martes, enero 19, 2010

WARLOCK

Hay imágenes que son poderosas.

Imágenes que por si solas son puertas que se abren a un oscuro océano de significados que taimados se escabullen del collar de la palabra. Y una de ellas es la del hombre desenvolviéndose minúsculo entre dos inmensas superficies que parecen aplastarlo: el azul del cielo y la ocre tierra.

El hombre convertido en una absoluta levedad abandonada a sí misma, a sus limitaciones y contradicciones, a su voluntad y a su entereza, en un espacio desconocido e inhóspito, que es más enemigo que amigo, las grandes llanuras y desiertos del Oeste, horizonte de sucesos donde todo era posible incluyendo por supuesto la adversidad.

"Warlock" nos habla de ese complejo y contradictorio mundo de la frontera, un mundo en el que la principal virtud es el principal defecto... La civilización aún no ha llegado y todo es posible... y precisamente, porque todo es posible, el hombre se encuentra más abandonado a sí mismo, a su propia bestia y al poder de las otras bestias en que se convierten los otros siguiendo su propio instinto, su propia voluntad.

El Oeste es la frontera y la frontera es un lugar de transición, una zona gris que se abre incierta entre el salvaje estado de naturaleza y el ordenado mundo de lo organizado.

En todo el western como género subyace la tensión... La que experimenta el hombre abandonado a su suerte (o a la del más fuerte), una suerte que debe forjarse un destino propio contra un entorno hostil. La de las fricciones entre estos individuos, chocando cada uno contra la voluntad y el deseo del otro, acostumbrados a la tensión de su soledad entre dos inmensidades, concentrados en la persecución de la propia estrella. La colisión entre ese desordenado desconcierto y la civilización que organizada y organizando crece alrededor poniendo límites, trazando fronteras, dando nombre a las cosas, poniendo carteles.

Y "Warlock" es la perfecta crónica de este mundo en constante fricción y enfrentamiento, una crónica narrada con una cierta desesperanza shakesperiana que muestra con una nihilista mirada que se pretende objetiva la carne y la sangre que trae consigo la imposición de un orden en el desconcierto caótico de voluntades que persiguen su propio interés y beneficio.

La frontera empieza a dejar de serlo y, de pronto, aquellos que perfectamente sobrevivían en esa zona gris se convierten en débiles y vulnerables existencias que deben dejar paso a otros hombres, a otros tiempos.

"Warlock" no es sólo un lugar. También es la ajustada crónica de esas muertes anunciadas que lánguidamente caen como hojas muertas mientras los tiempos cambian, sabiendo que ellos no pueden cambiar, reventando de rabia y de desesperación ante el absurdo drama que representan.

El corazón de las tinieblas también anida en Warlock.

Imprescindible.

2 comentarios:

  1. El Marqués11:29 a. m.

    Al hombre no se le debe dejar ser Hombre...

    ResponderEliminar
  2. Interesante afirmación extrema, señor Marqués...

    ResponderEliminar