domingo, febrero 28, 2010
















EL CEBO

En un momento de la película "El tercer hombre" (que no del libro), Harry Lime, su protagonista, dice que 500 años de democracia y paz sólo han conseguido que Suiza produzca el reloj de cuco. Nunca he tenido muy claro si se trataba de una crítica o de una alabanza, peor lo único cierto es que esos cinco siglos le han dado al país alpino para más... Por ejemplo, para arrojar a la existencia a Friedrich Dürrenmatt, uno de esos autores que nadie conoce pero que su obra resulta ser capital contemplada en el largo plazo de la historia.

"El cebo" se basa en un pequeño relato corto de Dürrenmatt llamado "La promesa" y en el se nos cuenta la historia de la investigación que un inspector de policía retirado lleva a cabo para atrapar a un psicópata asesino de niñas.

El cadáver de la niña en torno a cuya muerte se construye la historia es encontrado por un buhonero (interpretado por un magnífico de Michel Simon) y durante la primera parte de la historia asistimos a la progresiva incriminación de este inocente en base a pruebas circunstancias y por parte de los policías encargados de la investigación. Se trata de una injusticia manifiesta que los policías perpetran con la sobrecogedora tranquilidad de estar haciendo el trabajo de cada día.

Acompañados por el ya jubilado inspector Mathei (Heinz Rühman) ninguno de ellos se hace preguntas. Se encuentran demasiado ocupados intentando encajar las piezas que les suministra la realidad en un relato que les resulta creíble sin preocuparse por el hecho principal, que ese relato responda a la realidad de lo que ocurrió.

En esta inquietante primera parte, el trabajo policial se nos muestra como un burocrático trabajo en el que la verdad se construye a través de la ruptura del eslabón más débil, que en este caso es el pobre buhonero que, aún no siéndolo, lo tiene todo para ser el culpable y por esto mismo termina siéndolo.

El inspector Mathei es diferente al resto de sus compañeros. Como comenta con resignación ante la necesidad de dar la mala noticia a los padres de la niña asesinada, es él quién siempre lo hace y esta ocasión no va a ser diferente del resto. En él hay un interés que va más allá del simple cumplimiento con las obligaciones de su trabajo, un interés que le lleva a ser siempre voluntario en las situaciones donde nadie está obligado a hacer más.

Mathei es diferente, permanece atento y esa atención le llevan a ponerse en un camino diferente en base a una serie de casualidades que se convierten en las piezas de un puzzle que, poco a poco, empiezan a encajar en su mente.

Ninguno de sus compañeros le escuchará. Ya no se hacen más preguntas. Han encontrado ya a un estupendo culpable que cumple con los requisitos circunstanciales para ser tal. No hay por qué ir más allá. Pero el compromiso de Mathei con los padres de la niña muerta le hará continuar por su cuenta con la investigación posponiendo la investigación.

Y es aquí donde la historia se pone más interesante, porque del mismo modo que los compañeros de Mathei hacen todo lo posible para encontrar un culpable, el inspector hará lo mismo. Ambos comparten la misma ética de medios para conseguir sus fines.

El fin justifica los medios y, del mismo modo que sus compañeros convierten a un inocente en culpable, Mathei utilizará a una niña como cebo para atrapar al asesino.

La sencillez de la historia que se nos cuenta en "El cebo" sólo es aparente. Bajo ella palpitan planteamientos de envergadura que atañen a la justicia como ideal y la material corporeidad de los hombres encargados de aplicarla, una material corporeidad que les lleva a utilizar métodos dudosos para conseguir el objetivo final.

Del mismo modo que en "La visita de la vieja dama" los habitantes del pueblo encuentran una razón para asesinar al viejo amor de la dama a cambio de la riqueza que ella les ofrece, los policías de "El cebo" encuentran justificación en conductas que convierten a los inocentes en medios para conseguir determinados fines, en este caso el esclarecimiento de una serie de crímenes.

La preocupación de Dürrenmatt por la justicia abarca no solo los fines sino también los medios que se utilizan para conseguirlos y el modo en que se disfraza el interés propio en racionalizaciones que sirven como coartada.

Y sólo nos parece que el inspector es mejor que el criminal al que persigue por la bondad del fin que aquel persigue. Pero, y como Dürrenmatt sugiere en el cuento, imaginémonos por un momento que no hay un final feliz para esta historia... El proceder de Mathei no nos parecería tan bueno.

En Dürrenmatt el animal humano aparece en lugares donde el sueño de la razón moderna no le supone estar ni tampoco le espera.

En "El cebo" una obsesión atrapa a otra y la razón que revista de respetabilidad al funcionamiento de las instituciones se convierte en una mascara que oculta deformados grises en huecograbado.

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