No se yo...
Mi opinión sobre el becario que nos gobierna queda patente incluso el contenido de esta misma frase que ahora mismo estoy escribiendo, pero tengo que decir que mi opinión sobre el aspirante no es mucho mejor... y lo que es peor... empeora con cada acción que realiza, con cada instante que pasa.
Ambos, y pese a las diferencias que le separan, tienen algo que común: los dos son un perfecto producto de las burocracias de sus respectivos partidos... y, a cada uno, a su modo, se le nota semejante pelo de la dehesa. Si Zapatero ha optado por la enloquecida y metódica negación de la evidencia agotada hasta el extremo, por hacer una cosa y la contraria negando el pan y la sal a todos aquellos que, en cada momento, le cuestionan la concreta y fugaz posición ocupada en el espacio político, Rajoy ha preferido hacer una oposición del mínimo esfuerzo, del coste calculado. Sentado a las puertas de la calle Génova parece esperar cómodamente a que la propia situación complicada de la nación le ponga el cadáver de Zapatero a los pies, sin hacer ruido, como temiendo que alguien pueda fijarse en él.
Tengo que confesar que, seguramente por carácter, no comparto esta estrategia del mínimo esfuerzo.
La gente también necesita toma de postura drásticas, gestos que vehiculen y resuman planteamientos y posiciones. Los líderes lo necesitan para reivindicarse como tales y la situación por la que atraviesa el país no sólo necesita un meticuloso gestor con manguitos y gafas de culo de botella sino también un luminoso y espléndido líder capaz de transmitir a las personas una relativa confianza en un futuro esquivo.
Plantear una moción de censura habría sido una posibilidad, un gesto radical dotado, como todos los gestos, de un cierto grado de incertidumbre, de consecuencias indeseadas... pero en la vida no hay nada seguro. Y en esa necesidad de seguridad Rajoy se muestra como el temeroso funcionario que mira al cielo cada vez que sale a la calle todas las mañanas. Se han mirado los contras y se han olvidado los pros... la oportunidad que supone como plataforma para mostrar las propias virtudes al mismo tiempo que los defectos de los demás sometidos a la incomodidad de retratarse una vez más ante el país y la historia. Pero tengo la impresión que el dos veces perdedor Rajoy desconfía de sus virtudes propias y teme las virtudes, pocas, de un Zapetero cada vez más visiblemente agotado y cansado en su huida eterna hacia delante.
Es muy probable que la moción de censura se perdiese y ellos generase una serie de incómodos discursos producidos por las terminales mediáticas socialistas que deberían ser contrastados y combatidos por las terminales mediáticas propias. Pero, y honestamente, no veo la diferencia entre el titular "Rajoy pierde la moción de censura" o "Rajoy rechaza pactar con Zapatero una salida a la crisis". Ambos titulares generan discursos distintos pero de valencia negativa similar, discursos que el contrario manejará hasta el extremo buscando obtener un beneficio electoral y político.
En este sentido, y se hiciera lo que se hiciera, cualquier acción supondría un coste que habría que manejar. Pero, y para mi gusto, existe una radical diferencia entre una y otra alternativa: la iniciativa. Mientras Rajoy propone una moción de censura y la pierde, es Zapatero el que propone un pacto que Rajoy rechaza... un rechazo que es la única acción posible y cabal para los populares, porque no es aceptable decidir unilateralmente las acciones y luego ofrecer compartir a los demás las consecuencias de las mismas, especialmente si estas son negativas... pero esta es otra historia... Retomando el hilo: ambas acciones eran escenarios que ofrecían una solución inevitable, solo que uno de ellas implicaba acción mientras la otra sólo reacción.
Y para mi gusto, con esta estrategia del mínimo esfuerzo, no es Rajoy quien esta ganando las elecciones sino es la crisis quien está derrotando a Zapatero.
Y del mismo modo que me imagino a Zapatero trabajando en la posibilidad de una enésima y confortable mentira, empiezo a no poder evitar imaginarme a Rajoy, cómodamente sentado a las puertas de la sede de Génova, esperando a que pase el cadáver de Zapatero mientras el país se va al carajo.
Y no puedo evitar pensar que a ambos, como perfectos hijos de la burocracia de partido que son, hay algo que les importa más que gobernar este país... GANAR A CUALQUIER PRECIO.
Rajoy no se atreve. Teme volver a perder. Desconfía de cualquier movimiento, carece del arrojo de un líder y, por su conducta, pone en evidencia que hay cosas que le importan tanto o mas que la propia situación del país, de un país que está necesitado de una política de gestos, seguramente arriesgados e imperfectos, llevada a cabo por un líder que no teme poner en juego la comodidad de su acceso al poder con tal de demostrar que no hay mas tiempo que perder.
Rajoy tampoco es el hombre que España ahora mismo necesita. Era el hombre perfecto para gestionar el anochecer del legado de Aznar sin tener que despeinarse la barba y cambiar el traje por la chaqueta. Pero ahora el país necesita la puesta en escena de un líder, grandes acciones acompañadas de grandes gestos que no reduzcan la toma del poder en una simple y civilizada alternancia.
Menudo panorama.
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