viernes, noviembre 05, 2010

THE TOWN

Viendo "The town" tengo la sensación de haberla visto antes. A lo largo de su historia se transparentan las presencias de unas cuantas películas que siempre recuerdo con agrado. Y precisamente por eso, no me importa tener la sensación de vaga familiaridad que siento mientras la veo.

Me gusta lo que recuerdo. Me gusta lo que veo.

En este caso, la magdalena de Proust ha salido buena.

"The town" es un thriller urbano construido sobre los sólidos pilares del auténtico cine negro. Su historia se edifica sobre la inevitable tragedia del individuo que intenta pelear una batalla perdida contra las constricciones y determinaciones que precisamente le hacen ser quién es, que le confieren una identidad cuyo abrazo en un momento determinado le resulta asfixiante y del que intenta desembarazarse buscando reinventarse, ser otro.

La tragedia siempre empieza ahí, en las inevitables consecuencias que siempre traen consigo los actos.

El cine negro está lleno de individuos firmemente resueltos a luchar contra sus determinaciones, las que les impone un destino que parece estar ya escrito para ellos o las que les dicta su propio entorno, que les hace ser quienes son.

El auténtico cine negro es un cine romántico en el que el individuo libra la trágica batalla perdida por la realización de un inalcanzable deseo.

"The town" hunde sus raíces narrativas con firmeza en este rico terreno.

Nos habla de una cultura, la de los ladrones de bancos de orígen irlandés y de un mundo, el de la ciudad de Charlestown donde las generaciones de atracadores se suceden. Por una serie de circunstancias relacionadas con un atraco, su protagonista Doug Mcray (un demasiado frío Ben Affleck) se enfrentará a una de esas situaciones trágicas que le pondrán entre la espada de sus actos y la pared de las consecuencias que acarrearán a el mismo y a quienes lo rodean.

La historia tiene brío, resulta interesante, pero su evidente carácter clónico le priva de una poderosa esencia que la haga trascender más allá de la emoción inducida en el mismo instante de su ocurrencia.

Se ve con agrado, incluso con emoción, pero en seguida se olvida... Lo curioso es que, quién les escribe, aún no he olvidado la desesperada cabalgada al volante del mortalmente herido Dix Henley (Sterling Heyden) en busca del imposible sueño de su casa en "La jungla de asfalto".

A su lado Doug Macray y su trágica historia de atracos palidecen.

¿Por qué será?

Seguramente hay algo en las historias, que probablemente tiene que ver con la autenticidad del propósito que las inspira, que hace que prendan y permanezcan.

La primera magdalena es la que cuenta.


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