"Así como el turismo fragmenta el panorama cultural, delimitando sus pedazos en áreas turísticas mercantilizadas, ahora tiene lugar un proceso similar en la plaza pública. Durante siglos, la plaza pública se ha considerado un bien cultural común, un espacio abierto donde la gente se reunía, se comunicaba, compartía su experiencia, y se involucraba en diversos intercambios culturales, como festivales, desfiles, ceremonias, deportes, entretenimiento y compromiso ciudadano. Aunque el comercio también se desarrollaba tradicionalmente en la plaza pública, siempre se ha considerado una actividad derivada. La actividad principal siempre ha sido la creación y preservación del capital social, no el mercantil. La plaza pública siempre ha estado abierta a cualquiera, rico o pobre, sin vigilantes ni peajes. Todos convenían en que era el lugar donde la cultura, en todas sus formas, crecía y se reproducía.
Ahora, en menos de treinta años, la plaza pública —el lugar de encuentro de la cultura no ha hecho sino desaparecer, devorada por una concepción radical y novedosa de las reuniones pú-blicas. Si durante siglos la actividad mercantil fue secundaria con respecto a la actividad cultural —en realidad, una derivación suya, hoy la relación se ha invertido. En nuestros días, las actividades culturales que antes tenían lugar en la plaza pública se han recluido en centros comerciales cerra-dos, convirtiéndose en una mercancía a la venta. El centro comercial ha creado una nueva arquitec-tura para la asamblea pública, inscrita en el mundo del comercio, en el que la cultura existe en for-ma de experiencia mercantilizada. En este sentido, el centro comercial tiene mucho en común con la moderna industria del turismo."
(La era del acceso. Jeremy Rifkin)
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