LA PARTE MALDITA
Talento interdisciplinar e inclasificable Georges Bataille es el vivo ejemplo del pensador renacentista, única y exclusivamente arrastrado y dependiente del natural fluir de su pensar.
Su obra es extensa y abarca desde el erotismo hasta la religión y en ella ocupa un lugar importante este "La parte maldita" en el que, sin ser economista, Bataille aborda el fenómeno de lo económico desde la heterodoxa piel de su pensar.
Esa parte maldita que da titulo al texto es el gasto improductivo y Bataille dedica todo el libro a razonar y justificar la necesidad de su existencia como parte integrante y culminante del proceso de gestión y aprovechamiento de los recursos que en última instancia la economía es.
Para Bataille el gasto improductivo no es otra cosa que el lado oculto, la otra cara del proceso productivo y constructivo de acumulación y a su entender justifica incluso la existencia de la propia actividad económica. No tiene sentido la acumulación sin un posterior derroche de lo que se considera valioso como acto de afirmación individual y colectivo de esa fuerza que ha llevado a la acumulación.
A lo largo del libro Bataille hace un repaso histórico desde el sacrificio de esclavos de las culturas mesoamericanas hasta los gastos suntuarios como expresión de poder que realizaba la nobleza medieval pasando por instituciones como el Potlach, un repaso que sitúa a la economía como dependiente de un proceso simbólico de afirmación del poder por parte de aquellos que lo detentan. El gasto improductivo como primera prueba de un poder que es capaz de desprenderse sin dolor de una determinada cantidad de riqueza.
Para Bataille el exceso es el irrevocable punto de partida de todas las cosas, desde lo biológico hasta lo social. Aquella parte de la energía que no se acumula sino que se transmite al exterior sin obtener nada a cambio. Por ejemplo, y a nivel biológico, Bataille pone el siguiente ejemplo: sólo el 10% de la cantidad de energía ingerida procedente de las plantas es acumulada por los animales hervíboros, el resto es gastada en crecer, en existir, en reproducirse... De algún modo se devuelve al exterior, se vuelve a poner en juego.
Si la economía empieza en la gestión de unos recursos que son escasos siempre termina generando una inevitable gestión del exceso imprescindible para la existencia y el desarrollo de lo vivo; una gestión del exceso que encarna en los sistemas biológicos la tendencia a la entropía energética que es una constante de la naturaleza en que existimos.
Y sin embargo esa necesidad del exceso permanece oculta, en la sombra de nuestra percepción constructiva de las cosas que solo vive para cumular, aunque siempre apareciendo como incomprensible síntoma porque nunca hay construcción sin destrucción, acumulación sin gasto; convertido en el conjunto de todos esos eventos incomprensibles que desde lo pulsional de una inevitable necesidad comprometen el tranquilo panorama brillante de nuestra racionalidad y que para entendernos llamamos "mal".
Para Bataille, y éste es el concepto más heterodoxo de todos, el mal es una parte constitutiva de nuestra realidad. No es algo que se pueda extirpar. Las religiones monoteístas viven de esa ilusión y sobre todo de esa deuda externa imposible de pagar que se denomina pecado.
Otra cosa es que las sociedades sean en mayor o menor medida capaces de reconocer esa realidad y generen instituciones capaces de dar rienda suelta a toda esa energía acumulada de una manera tolerable, garantizando así la necesaria cohesión integradora imprescindible tanto para su existencia como para su mantenimiento.
Brillante.
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