LA CONDESA DESCALZA
A mayor gloria de ese bello animal cinematográfico llamado Ava Gardner, "La condesa descalza" es una de esas películas que no podrían sostenerse por si solas, que necesitan de la belleza de la Gardner, de los ojos de perro azul de Bogart o del talento para los dialogos de Joseph Leo Mankiewicz para sobrevivir.
Por si misma la historia del nacimiento y muerte de la estrella cinematográfica María Vargas es un imposible folletín que en bastantes ocasiones roza lo ridículo.
Y precisa de esas presencias para conseguir esa inexplicable trascendencia que la ha permitido continuar siendo un titulo de referencia entre los enamorados del cine y, sobre todo, de sus estrellas.
"La condesa descalza" suena a hueco. Por detrás ella, no hay nada. Sólo existe deslumbrante la fachada que componen la incomparable belleza de Ava Gardner, la cínica actitud resignada de un envejecido Humphrey Bogart o las precisas y eficaces palabras que Mankiewicz pone en boca de sus personajes para expresar sentimientos y situaciones de lo más cursi, de lo más convencional en el mundo de las princesas desgraciadas.
Igual que los ricos también lloran, los seres humanos más hermosos, los que como María Vargas han nacido para ser amados también lloran, tienen imposible encontrar el amor.
Y sin embargo, y si uno tiene el día tonto, esa fachada puede ser más que suficiente...