"Por otra parte, si consideramos nuestras teorías como «descripciones directas de la realidad tal como es», entonces trataremos inevitablemente esas diferencias y distinciones como divisiones, lo que supondrá la existencia separada de los diferentes términos elementales que aparezcan en la teoría. Esto nos conduce a la ilusión de que el mundo está realmente constituido de fragmentos separados y, como ya se ha indicado, esto nos hará actuar de tal manera que, de hecho, produciremos la verdadera fragmentación presupuesta en nuestra actitud hacia la teoría.
Es importante que subrayemos este punto. Por ejemplo, alguien puede decir: «La fragmentación en ciudades, religiones, sistemas políticos, conflictos en forma de guerras, violencia general, fratricidio, etcétera, es la realidad. La totalidad es solamente un ideal, por el que tal vez deberíamos esforzarnos». Pero esto no es lo que se está diciendo aquí. Más bien debería decirse que es la totalidad lo que es real, y que la fragmentación es la respuesta de esta totalidad a la acción del hombre, guiado por una percepción ilusoria y deformado por un pensamiento fragmentario. En otras palabras, es precisamente porque la realidad es un todo por lo que el hombre, con su modo fragmentario de acercarse a ella, encontrará inevitablemente la correspondiente respuesta fragmentaria. Por ello, lo que necesita el hombre es tener en cuenta su costumbre de pensar fragmentariamente, ser consciente de esta costumbre y, así, terminar con ella. La aproximación del hombre a la realidad debe, pues, ser total, y así su respuesta será también total.
Sin embargo, para que esto suceda es decisivo que el hombre esté advertido de la actividad de su pensamiento corno tal, es decir, como una forma de observación, una manera de mirar más bien que como «una copia exacta de la realidad tal como es»."
(La totalidad y el orden implicado, David Bohm)