"Pribram se dio cuenta de que si se llevaba el modelo holográfico del cerebro a su conclusión lógica, se abría la puerta a la posibilidad de que la realidad objetiva —el mundo de las tazas de café, de las vistas de montaña, de los olmos y las lámparas de mesa— podría no existir siquiera o, al menos, no existir de la forma en que creemos que existe. ¿Era posible —se preguntaba— que fuera verdad lo que los místicos han estado diciendo durante siglos y siglos, que la realidad es maya, o ilusión, y que ahí fuera no hay sino una inmensa sinfonía plagada de formas de onda, un «dominio de frecuencias» que se transforma en el mundo tal y como lo conocemos, solamente después de que nos entre por los sentidos?"
(El universo holográfico, Michael Talbott)