EL EJERCITO DE LAS SOMBRAS
Basada en la novela homónima de Joseph Kessel, "El ejército de las sombras" es una de las grandes películas de Jean Pierre Melville, que es para mi gusto uno de los mejores directores cinematográficos franceses de la segunda mitad del siglo XX.
Sucediendo en 1942, en el momento cumbre del esfuerzo nazi por dominar Europa, "El ejército de las sombras" nos cuenta los primeros esfuerzos de la resistencia francesa por oponerse a lo que en aquel momento era la omnipotente y poderosa ocupación alemana.
La historia se centra en Phillipe Gerbier (magnífico Lino Ventura), uno de los líderes de la resistencia, y el grupo de individuos que se encuentran a sus ordenes.
"El ejército de las sombras" muestra por encima de todo, por encima de las concretas acciones que el grupo lleva a cabo, el tremendo esfuerzo que supone para cada uno de ellos optar por ese difícil camino.
La cotidianidad de una vida de sacrificio, en muchos casos sin el menor sostén de esperanza, obedeciendo a esa voz interior que todos escuchamos y, como casi todos los personajes de Melville, aceptando estoicamente las consecuencias inevitables de cada toma de decisión, de cada acción, que les aleja un poco más de cualquier posibilidad de salvación.
El cine de Melville conjuga siempre, con pocas palabras y mucha acción, el inevitable drama que casi siempre supone hacer acto de presencia y ser desde la honestidad primigenia de escuchar esa voz, una voz que desde lo más profundo nos relata el camino que debemos seguir sin importar las consecuencias, generalmente dolosas que el cuerpo de uno puede recibir.
En cierto sentido, sus personajes son la máxima expresión de ese ideal caballeresco y guerrero que los antiguos griegos llamaban "areté" y que no es otra cosa que saber estar a la altura de aquello que el caprichoso destino presenta cumpliendo con el deber de estar también a la altura de lo que se espera de uno... Y lo que se espera de un ciudadano es resistencia y patriotismo hasta el final.
Dentro de ese escenario, la comedia humana con el despliegue de todos los matices que permite el carácter del ser humano... el heroísmo, la traición, el sacrificio, el deber, la cobardía... en un territorio extremo donde la muerte puede esperar a la vuelta de la siguiente esquina.
Los griegos eran comprensivos para quienes cedían, para aquellos que decidían no permanecer con Leónidas en el desfiladero de las Termópilas, porque entendían las complejidades de la naturaleza humana, pero no olvidaban lo importante y reservaban un lugar especial a aquellos que trascendían todas aquellas pequeñas miserias de la condición humana y se transfiguraban en semidioses aceptando el papel que en su interminable obra teatral el destino les ofrece.
Porque lo propio del ser humano es precisamente no ceder ante las presiones que sobre la conciencia moral ejerce el animal que también somos. Ese animal que sólo quiere no pasar frío, tener el estómago lleno, ser neoliberal y en definitiva vivir un día mas.
Lo estrictamente humano es presentar batalla asumiendo que quizá no haya un día más persiguiendo la perfección, la realización en la tierra de ese ideal que llevamos en la cabeza.
Y en este sentido, domar al animal y apuntarse con él a la resistencia es un absoluto y completo acto de humanidad, de "Areté" en línea directa con Aquiles, Leónidas o Hector.
La materia de la que están hechas los héroes.
Brillante.