Es atractiva la idea de un Papa que no se ve en condiciones de serlo y eso es exactamente lo que le sucede al arzobispo Melville, tranquilamente interpretado por lo que queda del gran Michel Piccoli. Melville no se ve en condiciones de serlo y en el momento de salir al balcón de la Plaza de San Pedro sufre un ataque de ansiedad.
La idea es atractiva, como digo. No obstante "Habemus Papam" es una de esas películas que no termina de dar de si todo lo que en teoría podría dar.
Para empezar la propia presencia del psicoanalista que interpreta el propio Moretti resulta un tanto desasosegadora, restando protagonismo a las tribulaciones del Papa objetor con una línea argumental que en cierto momento de la historia sólo parece existir para justificar la presencia de Moretti en la película.
Y siguiendo por las propias tribulaciones de Melville que parece más victima de una fase inicial de la enfermedad de Alzheimer que el sujeto de uno de esos extáticos tormentos que pasan por el quién soy, de dónde vengo y a dónde voy.
De Melville al final sólo sabemos que le gusta el teatro y que no quiere ser Papa, demasiado poco para el descenso de los abismos de la identidad y tengo la impresión que deberíamos saber mas, que Moretti más preocupado, como el personaje que representa, por lo anecdótico, simbolizado en el torneo mundial de voleibol que organiza entre los cardenales, se mantiene en la superficie de la impostura que Melville presenta y representa.
Asi "Habemus Papam" rechaza posicionamientos de mayor calado optando por la superficialidad, la anécdota y el chascarrillo, desactivando posibilidades narrativas y discursivas mayores y limitándose simplemente a mostrarnos la impostura de Melville cuya conducta termina oscilando peligrosamente entre el capricho y la enfermedad pudiendo dar claramente para más.
Nimia.
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