THE DESCENDANTS
Decepcionante el regreso de Alexander Payne tras siete años lejos de la industria.
"The descendants" no pasa de ser una película para televisión con pretensiones de arte cinematográfico que cuenta con la presencia de la estrella George Clooney para llevarla mucho más lejos de lo que la historia podría llegar por sí misma.
Los ricos también lloran y lo hacen en lo que pensamos que es el paraíso. El planteamiento inicial ya resulta de bajos vuelos e incluso insultante para cualquier inteligencia que se precie.
Todos los bailarines son gays, todos los rusos son mafiosos y en las islas Hawai nadie trabaja ni se pone enfermo ni se muere. Todos permanecen eternos en playas de arena blanca saboreando una piña colada detrás de otra.
Perfecto... Pero no. Nos equivocamos.
En Hawai también hay días nublados y dolor.
Y sobre ese planteamiento nimio e insulso acompañamos a un insuficiente George Clooney -como actor- en un aburrido paseo por el desamor y la muerte en el que se abordan demasiados temas pero siempre con la misma superficialidad del analfabeto turista emocional que no tiene tiempo para pararse en ninguno.
Un paseo que tiene más de viaje en una de esas atracciones de feria que de verdadero periplo transformador que justifique la necesidad de escribir sobre él.
En "The descendants" siempre hay un tópico a la vuelta de cada recodo del camino en un viaje que pone a prueba la paciencia del espectador con una insoportable vocación de eternidad... en el peor sentido de la palabra.
Aunque si subrayas los libros de Paulo Coelho y devoras su sabiduría enlatada seguro que te gustará.
Mención aparte el dudoso espectáculo de George Clooney enfrentandose a sus limitaciones como actor y estrellándose estrepitosamente contra ellas en las pocas escenas que demandan de su talento un poco de verdad... Pero seguro que le dan el Oscar. No os preocupéis.
Superficial, espesa y con menos verdad que Rocky V.
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