viernes, enero 06, 2012

"En lugar de sacar partido a una novedosa y potente combinación comunicativo-energética, hicimos crecer la economía viviendo de la riqueza acumulada que se había generado en las cuatro décadas posteriores a las II Guerra Mundial. La extensión del crédito fácil, propiciada por la cultura de la tarjeta bancaria, actuó como un estupefaciente. Comprar se volvió adictivo y el consumo pasó a ser algo análogo a una fiesta de cumpleaños masiva con muchos regalos. Era como si nos hubiéramos embarcado inconscientemente en una espiral mortífera, embalados hacia la ruina por la cuesta de bajada de la curva de campana de la Segunda Revolución Industrial, decididos a devorar la enorme riqueza que habíamos generado durante toda una vida...
... Por desgracia, agotamos toda esa riqueza acumulada en menos de la mitad de tiempo que se había necesitado para generarla, y lo hicimos entregados a una especie de orgía compradora dirigida a mantener artificialmente acelerado el motor económico mientras a la economía real se le iba acabando la cuerda. Cuando se secó el pozo de nuestros ahorros, pedimos prestados billones de dólares más montados en la nube del mito de nuestro supuestamente inigualado genio económico, y continuamos gastando un dinero que no teníamos, lo cual alimentó a su vez el proceso de globalización..."
(La tercera revolución industrial, Jeremy Rifkin)

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