EN BUSCA DE BOBBY FISHER
No entiendo mucho de ajedrez... En su momento empecé a jugarlo pero lo dejé porque acabó apoderándose de mi cabeza y a mi siempre me ha gustado concentrarme en vivir... Pero se quién fue Bobby Fisher.
En Fisher coinciden dos puntos de atracción simbólica de las sociedades modernas.
Por un lado, y a nivel profundo, el mito del genio. La sobrevaloración de la inteligencia como principal cualidad dentro de una sociedad industrial que utiliza esas capacidades como combustible que alimenta la maquinaria de ciencia e investigación que mantiene la continua progresión hacia delante. En este sentido, y como los cofrades de la especia en la saga Dune de Frank Herbert, los superdotados encierran en si la potencialidad de plegar el tiempo y acelerar ese movimiento uniforme de crecimiento del saber permitiendo a la humanidad adelantar en el tiempo su agenda de modernidad sin fin Y así, y aún habiendo otras cualidades especiales, se concede especial atención a aquellos que son diferentes por su inteligente talento. Se les convierte en una especie de hombres santos, héroes dignos de veneración por una colectividad que espera escuchar el futuro en sus palabras y actos.
Y por otro, en la época de Bobby Fisher, el mundo del ajedrez era un mundo que en su práctica totalidad estaba controlado por ajedrecistas del otro lado del telón de acero. Y en este sentido, con su comportamiento tan natural y directo, el joven Fisher se convirtió en una metáfora de un modo de entender las cosas, el modo americano del sargento York o de los astronautas del proyecto Apolo, personas sanas y joviales que desde cualquier parte de los Estados Unidos emergían para poner las cosas en su lugar demostrando la superioridad de un estilo de vida luminoso basado en la libertad y la individualidad.
Bobby Fisher fue todas esas cosas para quienes le rodeaban, pero para él mismo seguramente sólo fue un chico complicado, solitario, sin igual y para quién el regalo de su inmenso talento se convirtió en un inmenso castigo.
De algún modo Fisher me recuerda a aquel marciano del cuento que forma parte de "Crónicas Marcianas". Ese marciano superviviente que para vivir entre los humanos equivoca la estrategia. Utiliza su poder telepático para transformarse en lo que cada humano con el que se cruza más desea ver y acaba siendo asesinado por una multitud de personas que le quieren para apoderarse de ese deseo que increíblemente pueden ver ante sus ojos.
Y Bobby Fisher se desvaneció.
No se cuáles fueron las verdaderas razones, pero las que he apuntado me parecen bastante buenas. Probablemente buscaba soledad para él y su pasión por el ajedrez, alejarse de un mundo mediático que constantemente le forzaba a ser otra cosa, como el protagonista de la película, diferente al adolescente que fue.
Y en su huida Fisher dejó un vacío en el mundo del ajedrez y sobre ese vacío se construye la historia de la película. Porque Josh Waitzkin, un niño de tan sólo siete años, puede ser su sucesor.
Todos los que rodean a Josh, su padre y sus maestros, se tomarán muy en serio el don para el juego que el niño tiene. Y al igual que sucedió con Fisher le expondrán a un mundo voraz de éxitos y fracasos, pero es aquí donde la película se convierte en una historia mágica y especial trascendiendo el simple drama familiar para la televisión. Porque el talento de Josh se revelará aún mayor ofreciendo a quienes les rodean un punto de vista diferente dando una lección en el tablero de la vida a todos esos adultos que, al igual que Bobby Fisher, proyectan sobre él sus ambiciones y carencias.
El corazón de Josh será mucho mayor que su inteligencia.
Y es ahora cuando escribo que se trata de una historia real, no inventada.
Maravillosa.
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