lunes, marzo 12, 2012

Dos cosas con respecto a las teorías conspiratorias del 11-M...

Por un lado, no se ha hecho un análisis del modo en que se instruyen los sumarios en general, los otros sumarios. Para descartar que algunos defectos y errores de instrucción sean propios de las múltiples y variadas deficiencias de nuestra justicia y no una específica particularidad del sumario del 11-M, de la que se deduce la conspiración.
La honradez metodológica obliga a descartar malas prácticas que quizá sean genéricas o quizá haya más conspiraciones que hay que descubrir en la instrucción de otros casos

Por otro nunca se ha manejado la posibilidad de otra conspiración: la de la necesidad de encontrar un culpable cuanto antes por parte de los responsables técnicos de las investigaciones, con presión política o sin ella, buscando establecer el engaño y la falsificación como la distancia más corta entre los dos puntos en que se convierten el evento como pregunta y el culpable como respuesta.
Podría tratarse del complot por encontrar una certeza rápidamente, tema bastante socorrido en la ficción policial por cierto, complot que sin duda se llevó a cabo de una manera bastante poco sofisticada. Poniendo y quitando pruebas, haciendo aparecer o desaparecer informes, colocando la simbólica bolsa de cocaína en la taquilla del culpable elegido.
Para eso existen los sospechosos habituales, para que el funcionario estresado termine antes.

Y todo sin tener que llegar a la realidad exterior a todo lo procedimental para deformarla... o no, con teorías conspiratorias de toda clase, condición o pelaje.

Estoy convencido de que sea han hecho las cosas mal en el proceso investigador e instructor de este sumario, a sabiendas o, lo que sería más extraño, sin querer. Las incoherencias saltan a la vista, pero mi grado de acuerdo con los discrepantes no va más allá de los predicados. Tengo duda respecto de los sujetos protagonistas de esas acciones, pero principalmente sobre las razones y motivaciones que se esgrimen para explicar incoherencias y errores.

Y también estoy convencido de que en la instrucción de la discrepancia también se han hecho las cosas mal, a sabiendas o, lo que sería más extraño, sin querer.

Al final, y como las pistolas, los cadáveres son armas definitivas para ganar las discusiones si se ponen sobre la mesa con maneras de repoker.

Y de lo que estoy convencido de que no hay más actores/sujetos que los que ya hay. Otra cosa es el reparto de responsabilidades entre ellos, que seguramente puede variar.

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