TAN LEJOS, TAN CERCA
Wim Wenders terminaba "El Cielo sobre Berlín" con un "continuará" que efectivamente culmina con esta "Tan lejos, tan cerca" realizada en 1993.
Para contar "Tan lejos, tan cerca", Wenders reproduce la misma estructura narrativa... Si en "El cielo sobre Berlin" era Damiel (Bruno Ganz), el angel que siente tanta curiosidad por la mortalidad como para acabar siendo mortal, ante la sorprendida mirada de su compañero Cassiel (Otto Sander), en "Tan lejos, tan cerca" es Cassiel quién acaba siendo mortal.
El viaje de Cassiel será similar en sus comienzos, la fascinación por los pequeños detalles, por sentir la luz del sol, los cambios que acarrea el paso de tiempo o el modo en que la realidad percute contra los diferentes sentidos produciendo una percepción de las cosas que tan bien narraba Peter Handke en "El cielo sobre Berlin" forman parte de la experiencia de Cassiel, pero su viaje a la postre no será tan exitoso.
"Tan lejos, tan cerca" ofrece un planteamiento más pesimista que su predecesora.
Si la curiosidad por la vida que Damiel sentía tiene su origen y su final en el amor que siente por la trapecista Marion, convirtiendo su tránsito desde la inmortalidad hasta la mortalidad en un viaje hacia el amor, el tránsito de Cassiel será precisamente lo contrario: un viaje hacia el desamor en un sentido amplio. Porque en el Berlin unificado en cuya realidad sin muro Cassiel cae, el ángel chocará con otro muro, invisible pero tan impenetrable como el real ya caído.
Cassiel descubrirá con dolor un mundo en el es imposible hacer el bien y experimentará una caída a la oscuridad de los infiernos de la que sólo saldrá al final, haciendo el bien y salvando por segunda vez a la niña cuya primera salvación dio lugar al viaje que le hizo humano, en un acto de redención que cerrará su trayecto devolviéndole a la misma eternidad de la que salió.
Si "El cielo sobre Berlín" era una película sobre la esperanza en la vida y en las infinitas posibilidades que ofrece. "Tan lejos, tan cerca" es una película desesperanzada, construida en torno a una decepción en torno al camino que ha tomado la ciudad alemana una vez que ha caído ese muro cuya presencia, se suponía, impedía esa esperanza.
Y en este sentido la mirada de Wenders rechaza ese mundo capitalista que convierte todo en valor de cambio y convierte a Cassiel en una especie de Jesucristo que envía a la tierra narrativa para ser crucificado y ofrecer a quién quiera verlo la posibilidad de salvación contemplando su último y valeroso acto de generosidad.
A la sombra de "El cielo sobre Berlin", "Tan lejos, tan cerca" oscurece, pero por si misma, y obviando la comparación con una obra maestra, tiene un atractivo propio y especial que conforme envejezco voy descubriendo y apreciando más.
Conforme va pasando el tiempo, este Berlín poético y metafísico que Wenders nos presenta se convierte más y más en la capital mundial de una mentira que destruye lo mejor de nosotros mismos mientras nos ata desesperadamente a las cosas.
No es ninguna tontería "Tan lejos, tan cerca"
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