jueves, abril 05, 2012

Un farmacéutico se suicida en Grecia a las puertas del parlamento. Ésta es su carta de suicidio:

"El Gobierno de Tsolakoglou ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego cogiera un kalashnikov, yo le apoyaría) no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir. Creo que los jóvenes sin futuro cogerán algún día las armas y colgarán boca abajo a los traidores de este país en la plaza Syntagma, como los italianos hicieron con Mussollini en 1945".

Un farmacéutico se suicida en Grecia acosado por la enfermedad y los apuros económicos y un señor en España piensa ésto:

 "Pues lo siento mucho por éste señor pero en España miles de personas hacen lo imposible para subsistir incluyendo buscar comida en la basura y contenedores y tienen muchas más ganas de vivir y luchar teniendo mucho menos. Nos fijamos mucho en lo de fuera rasgándonos las vestiduras pero ignoramos (casi siempre intencionadamente) el drama de miles de personas que viven cada día a base de Cáritas y sí, "hurgando en la basura"."

O ésto:

"Y además, esta persona ha restado valor a cada enfermo de cáncer que cada día se levanta agotado (porque la quimio y la radio te dejan sin fuerzas) para ir a recibir su "ración" de pastillas esperando durante horas en el hospital pero luchando cada día, cada minuto y cada segundo por vivir. Repito lo mismo que antes: nos rasgamos las vestiduras por lo de fuera ignorando el drama de miles de familias con más problemas que éste señor. Desde aquí mi apoyo a todas las familias que están pasando lo peor y mi especial afecto para los luchadores y luchadoras que cada mañana se levantan luchando contra la enfermedad."

Victimas cuyo punto de vista no se tiene en consideración hasta el final, hasta después de la muerte.

Y lo único cierto es el dato:

"Entre 2000 y 2008 hubo una media anual de 366 suicidios, una de las tasas más bajas de Europa, según los datos de la Autoridad Griega de Estadísticas. En 2009, 2010 y 2011 las cifras de suicidios aumentaron de forma notable, para situarse, respectivamente, en 507, 622, y 598 hasta el 10 de diciembre de 2011, según un informe de la Policía griega entregado al Parlamento.
Estas cifras suponen un incremento anual de entre el 38 % y el 69 % respecto a la media registrada en los años anteriores."

Y no se qué es más horroroso si esa realidad griega que ya lleva al suicidio a quienes la viven o estas personas en España que piensan cualquier cosa con tal de no reconocer esa realidad y mantener asi la estable paz de sus convicciones y creencias.

Y en bastante parte la situación que vivimos tiene que ver con una inflexibilidad moral dedicada a castigar a través de las necesidades matemáticas de la economía.

Está bien creer en algo, pero se cruza la línea cuando aquello en lo que inflexiblemente crees empieza a matar. Porque es entonces cuando el incuestionable peso de los argumentos se vuelve liviano ante el hecho objetivo de la gente luchando por su vida y defendiéndose. Todas las revoluciones empiezan así: los que no aceptan el reservado papel de víctimas se revelan

Y aunque no lo parezca no es menos animal el hombre que inflexiblemente quiere imponer un punto de vista a toda costa.

Sólo se trata de la forma más aseada y pulcra que puede adoptar la barbarie.

Y quizá, dentro de cincuenta años, sea un crimen contra la humanidad laminar una sociedad para que ésta pague una deuda porque una cosa que se olvida es que todos los problemas vienen por el modo en que esa deuda debe pagarse. Nadie discute esa deuda, pero el modo en que se está pagando es el resultado de una elección llevada a cabo por individuos con nombres y apellidos. Y cuando la gente empieza a morir como consecuencia de los efectos colaterales y directos que esa decisión ha acarreado están empezando a incurrir en una responsabilidad que ojalá, más adelante, les deberá ser exigida.

Una cosa es creer en la supremacía de la raza aria y otra invadir Polonia.

Al final, todo totalitarismo se reduce a intentar imponer a toda costa un modo de ver las cosas. El individuo equilibrado y nada fanático descubre cuando pararse. Es capaz de ver el daño que hace su idea. Estos tipos, los nuevos fascistas económicos del siglo XXI, no. Siempre encuentran un argumento para tener más razón aunque caminen por una calle llena de cadáveres.





Y además ésto:

"Si bien los suicidios han aumentado en un 40% desde el inicio de la crisis, según datos de junio de 2011 del Ministerio de Sanidad, nadie puede dar crédito a esta muerte en directo –en Grecia el suicidio sigue siendo un tabú-, aunque todos comprenden sus razones. “La gente está pasando hambre”, decía una mujer, también jubilada, junto al lugar del suicidio; “conozco familias que no tienen dinero ni siquiera para comprar leche para sus hijos”. Día tras día, los periódicos se hacen eco, brevemente y como de pasada, de decesos de “pequeños empresarios arruinados” que, casualmente –nunca se cita el suicidio como causa, siquiera como pista-, se caen por el balcón o por un barranco, o mueren “en un desdichado accidente” (amplia gama de posibilidades, de la sobredosis al corte de venas). La Iglesia ortodoxa sigue negándose a enterrar en sagrado a los suicidas, de ahí el velo de silencio que aún se cierne sobre estos hechos. Una censura que la muerte en directo de hoy podría quebrar."
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