DESPUÉS DE TANTOS AÑOS
Veinte años después, como en la segunda novela de "Los tres mosqueteros", el director Ricardo Franco retoma el drama íntimo y también metafórico de la familia Panero.
La principal virtud de "Después de tantos años" es añadir la variable temporal a una situación de descomposición que esta misma variable ha agravado añadiendo el deterioro propio de los años y una agria y desesperanzada vista atrás, desde algo que parece ya no tener remedio y que se llama "vida".
La continuación de "El desencanto" tiene ese valor propio, ese carácter amargo, melancólico y elegíaco que su predecesora no tenía. En "El desecanto" los personajes se enfrentaban con la energía propia de la juventud a la maldición familiar que se había cernido inexorable sobre ellos. Quizá en el fondo cada uno de los tres hermanos Panero albergasen alguna esperanza de alguna clase, al final del tunel en el que se encontraban brillaba una posibilidad de escape... quizá el simple hecho de los años que les quedaban por delante con la riqueza del misterio de posibilidades aún por suceder que encerraban.
Pero en "Después de tantos años" esa esperanza vaga se ha agotado y los hermanos Panero parecen aún más solos, desprovistos de esta energía con la que antaño, hace veinte años, juzgaban y valoraban su propio drama.
Nuca ha venido más al caso aquel verso del poeta Jaime Gil de Biedma que hablaba de las "ruinas de la propia inteligencia", porque los Panero pasean la ruina de su propia existencia, constatando con amargura la permanencia de aquel daño infringido a lo largo de otros veinte años.
Y este terrible aspecto, el de la vejez y el tiempo pasando factura y exigiendo que ésta sea pagada, es el valor propio que ofrece este documental que nos habla de que los dramas a veces no tienen fin.
No obstante hay un aspecto que detesto profundamente en "Después de tanto años" y es el uso de una música incidental ñoña, como si el drama de los Panero necesitase de baladas tristes para conmover. Algo que no entiendo y especialmente viendo cómo ese silencio que rodeaba a los personajes de "El desencanto" acentuaba aún más lo tremendo de su voz.
Acompañar con música el sordo drama de los Panero resulta un contrasentido y una mala decisión que de alguna manera traiciona el espíritu de la película.
Aún así la película conmueve como no podía ser de otra forma. Sobre todo ese memorable final, en el cementerio, tan tremendo y tan nuestro, ante la desmemoriada desnudez de los huesos de lo que queda de la familia Panero.
Brillante... con algún defectillo.
Veinte años después, como en la segunda novela de "Los tres mosqueteros", el director Ricardo Franco retoma el drama íntimo y también metafórico de la familia Panero.
La principal virtud de "Después de tantos años" es añadir la variable temporal a una situación de descomposición que esta misma variable ha agravado añadiendo el deterioro propio de los años y una agria y desesperanzada vista atrás, desde algo que parece ya no tener remedio y que se llama "vida".
La continuación de "El desencanto" tiene ese valor propio, ese carácter amargo, melancólico y elegíaco que su predecesora no tenía. En "El desecanto" los personajes se enfrentaban con la energía propia de la juventud a la maldición familiar que se había cernido inexorable sobre ellos. Quizá en el fondo cada uno de los tres hermanos Panero albergasen alguna esperanza de alguna clase, al final del tunel en el que se encontraban brillaba una posibilidad de escape... quizá el simple hecho de los años que les quedaban por delante con la riqueza del misterio de posibilidades aún por suceder que encerraban.
Pero en "Después de tantos años" esa esperanza vaga se ha agotado y los hermanos Panero parecen aún más solos, desprovistos de esta energía con la que antaño, hace veinte años, juzgaban y valoraban su propio drama.
Nuca ha venido más al caso aquel verso del poeta Jaime Gil de Biedma que hablaba de las "ruinas de la propia inteligencia", porque los Panero pasean la ruina de su propia existencia, constatando con amargura la permanencia de aquel daño infringido a lo largo de otros veinte años.
Y este terrible aspecto, el de la vejez y el tiempo pasando factura y exigiendo que ésta sea pagada, es el valor propio que ofrece este documental que nos habla de que los dramas a veces no tienen fin.
No obstante hay un aspecto que detesto profundamente en "Después de tanto años" y es el uso de una música incidental ñoña, como si el drama de los Panero necesitase de baladas tristes para conmover. Algo que no entiendo y especialmente viendo cómo ese silencio que rodeaba a los personajes de "El desencanto" acentuaba aún más lo tremendo de su voz.
Acompañar con música el sordo drama de los Panero resulta un contrasentido y una mala decisión que de alguna manera traiciona el espíritu de la película.
Aún así la película conmueve como no podía ser de otra forma. Sobre todo ese memorable final, en el cementerio, tan tremendo y tan nuestro, ante la desmemoriada desnudez de los huesos de lo que queda de la familia Panero.
Brillante... con algún defectillo.
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