Es fascinante el debate en torno al papel que ha jugado el Banco de España en la generación de la crisis que afecta al sistema financiero español.
Los que seguramente conocen la, innegable simplemente desde el punto de vista intelectual, responsabilidad de los bancos a la hora de conceder esos créditos, que se han revelado tóxicos y que ahora deben proveer, son obedientes y formales. Saben que no pueden criticar abiertamente la irresponsabilidad de los consejos de administración de las cajas y bancos, pero, y por otro lado, tienen que hablar, para eso están puestos en los medios y se lanzan sobre el Banco de España con voracidad implacable.
Y por supuesto que el Banco de España, como las personas que solicitaron los créditos que ahora no pueden pagar, tiene su parte de responsabilidad en todo ésto, pero el Banco de España no puede definir las decisiones de concesión de los créditos que corresponden a los consejos de administración de los bancos.
Lo único que está en su mano -que no es poco- es vigilar la estabilidad del sistema incrementando el nivel de responsabilidad ante el aumento del riesgo -cosa que tampoco ha hecho- pero en absoluto es el responsable directo de haber regalado los créditos.
Esa es una responsabilidad que corresponde única y exclusivamente a los propios bancos y cajas.
Pero hay palos para todos... Para los ciudadanos de a pie por vivir por encima de sus posibilidades, para el Banco Central Europeo por la política de bajos tipos de interés que hacían hasta estúpido no endeudarse por estar por debajo de la propia inflación, para la casta política por ocupar los consejos de administración de las cajas de ahorro, para el Ministerio de Economía, para el Estado, pero nadie dedica un segundo para sacar la descontrolada avaricia de los bancos haciendo una pausa que subraye la importancia que este tema tiene. Porque no hay crédito si uno de los dos, prestamista o prestatario, no quiere.
Los más valientes, si acaso, lo abordan de pasada y dentro de un grupo de culpables, mezclándolo con el carácter político de las cajas, sin duda buscando confundir la experiencia en la falta de gestión con las otras razones de competencia entre entidades financieras que llevaron a los que realmente saben a una competencia feroz por el dinero que estaba en las calles tirando por los suelos el crédito durante años.
Y si hay algo que se deduce de ese informe de los inspectores del Banco de España es la de unos bancos fuera del control buscando el dinero en cualquier parte (generalmente fuera, de los bancos alemanes, que también conocían las circunstancias en que se acercaban a ellos nuestros bancos) para ofrecerlo incluso a los paseantes que se asomaban desde la calle.
En este caso, como en otros, la libertad se convierte en un derecho que uno ejerce precisamente para no ejercerlo.
Los que seguramente conocen la, innegable simplemente desde el punto de vista intelectual, responsabilidad de los bancos a la hora de conceder esos créditos, que se han revelado tóxicos y que ahora deben proveer, son obedientes y formales. Saben que no pueden criticar abiertamente la irresponsabilidad de los consejos de administración de las cajas y bancos, pero, y por otro lado, tienen que hablar, para eso están puestos en los medios y se lanzan sobre el Banco de España con voracidad implacable.
Y por supuesto que el Banco de España, como las personas que solicitaron los créditos que ahora no pueden pagar, tiene su parte de responsabilidad en todo ésto, pero el Banco de España no puede definir las decisiones de concesión de los créditos que corresponden a los consejos de administración de los bancos.
Lo único que está en su mano -que no es poco- es vigilar la estabilidad del sistema incrementando el nivel de responsabilidad ante el aumento del riesgo -cosa que tampoco ha hecho- pero en absoluto es el responsable directo de haber regalado los créditos.
Esa es una responsabilidad que corresponde única y exclusivamente a los propios bancos y cajas.
Pero hay palos para todos... Para los ciudadanos de a pie por vivir por encima de sus posibilidades, para el Banco Central Europeo por la política de bajos tipos de interés que hacían hasta estúpido no endeudarse por estar por debajo de la propia inflación, para la casta política por ocupar los consejos de administración de las cajas de ahorro, para el Ministerio de Economía, para el Estado, pero nadie dedica un segundo para sacar la descontrolada avaricia de los bancos haciendo una pausa que subraye la importancia que este tema tiene. Porque no hay crédito si uno de los dos, prestamista o prestatario, no quiere.
Los más valientes, si acaso, lo abordan de pasada y dentro de un grupo de culpables, mezclándolo con el carácter político de las cajas, sin duda buscando confundir la experiencia en la falta de gestión con las otras razones de competencia entre entidades financieras que llevaron a los que realmente saben a una competencia feroz por el dinero que estaba en las calles tirando por los suelos el crédito durante años.
Y si hay algo que se deduce de ese informe de los inspectores del Banco de España es la de unos bancos fuera del control buscando el dinero en cualquier parte (generalmente fuera, de los bancos alemanes, que también conocían las circunstancias en que se acercaban a ellos nuestros bancos) para ofrecerlo incluso a los paseantes que se asomaban desde la calle.
En este caso, como en otros, la libertad se convierte en un derecho que uno ejerce precisamente para no ejercerlo.
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