León de Oro 2011 en el Festival de Venecia, la visión muy particular de Alexander Sokourov del clásico de la literatura europea es una película desproporcionada y difícil que apuesta por el hiperrealismo de una manera absoluta.
Deja clara sus intenciones ya desde su comienzo.
El espectador encuentra a Fausto abriendo en canal a un cadáver, buscando y extrayendo de entre sus quietas entrañas diferentes órganos en lo que parece desde el comienzo una búsqueda condenada al fracaso.
Fausto es un personaje angustiado por la necesidad de saber, de encontrar un sentido a su existencia, pero también por las necesidad económica. No hay el menor atisbo de paz y felicidad en su rostro como tampoco hay en el mundo que le rodea.
La cámara de Sokourov sigue a Fausto en su deambular diario por una ciudad casi medieval, sucia, ruidosa, pobre, abigarrada, de calles estrechas donde se apilan y colisionan las personas y con cada una de ellas el insatisfecho apetito. Es un mundo pobre, triste, sucio y gris donde la escasez abunda.
Los pasos de Fausto se dirigen a la casa de un misterioso prestamista en busca de dinero con él dará un largo paseo por la ciudad, un paseo que se convertirá en un periplo por lo peor de la naturaleza humana y en la que sólo brillará, extraña e inaudita, la belleza de Margarita que Fausto querrá poseer a cualquier precio.
No es una película fácil este "Fausto" de Sokourov.
Su propuesta en su forma y en su fondo no es apta para todos los paladares.
Con talento Sokourov consigue mostrar un mundo horrible y agobiante para insertar en su mismo centro la imposible belleza de Margarita y la irresistible necesidad que Fausto siente de poseer esa belleza antes de que ese entorno terrible de pobreza lo haga destruyéndola y como sobrevenida respuesta a su pregunta sobre el sentido de la existencia.
Y en este sentido, y si uno le da tiempo a una película que en absoluto le preocupa parecer difícil, Sokouroiv consigue con maestría que todo funcione de manera exitosa.
Poco a poco la historia va armándose, construyendo su propuesta con una caligrafía de planos imposibles y distorsionados y encuadres que resultan intrusivos y violentos, como demasiado próximos a lo que encuadran; planos y encuadres que como digo encierran un mundo extremo e hiperrealista en el que los personajes emplean todos los minutos de cada día en sobrevivir de una manera justa y escasa. Así, la película deviene en un intrincado laberinto de imágenes difíciles cuando no desagradables o monstruosas en el que el protagonista parece encarcelado.
Y en ese mundo angustioso y oscuro el demonio abre su tienda y vive a sus anchas sabiendo por dónde atrapar las almas de los humanos que lo habitan hasta el punto de que ni siquiera Fausto, el mejor de todos ellos, puede resistirse.
A destacar el trabajo del payaso y mimo ruso Anton Adasinsky cuya interpretación del mefistofélico prestamista es un prodigio de fisicidad al servicio de la transmisión de una personalidad.
No apta para todos los públicos.
Deja clara sus intenciones ya desde su comienzo.
El espectador encuentra a Fausto abriendo en canal a un cadáver, buscando y extrayendo de entre sus quietas entrañas diferentes órganos en lo que parece desde el comienzo una búsqueda condenada al fracaso.
Fausto es un personaje angustiado por la necesidad de saber, de encontrar un sentido a su existencia, pero también por las necesidad económica. No hay el menor atisbo de paz y felicidad en su rostro como tampoco hay en el mundo que le rodea.
La cámara de Sokourov sigue a Fausto en su deambular diario por una ciudad casi medieval, sucia, ruidosa, pobre, abigarrada, de calles estrechas donde se apilan y colisionan las personas y con cada una de ellas el insatisfecho apetito. Es un mundo pobre, triste, sucio y gris donde la escasez abunda.
Los pasos de Fausto se dirigen a la casa de un misterioso prestamista en busca de dinero con él dará un largo paseo por la ciudad, un paseo que se convertirá en un periplo por lo peor de la naturaleza humana y en la que sólo brillará, extraña e inaudita, la belleza de Margarita que Fausto querrá poseer a cualquier precio.
No es una película fácil este "Fausto" de Sokourov.
Su propuesta en su forma y en su fondo no es apta para todos los paladares.
Con talento Sokourov consigue mostrar un mundo horrible y agobiante para insertar en su mismo centro la imposible belleza de Margarita y la irresistible necesidad que Fausto siente de poseer esa belleza antes de que ese entorno terrible de pobreza lo haga destruyéndola y como sobrevenida respuesta a su pregunta sobre el sentido de la existencia.
Y en este sentido, y si uno le da tiempo a una película que en absoluto le preocupa parecer difícil, Sokouroiv consigue con maestría que todo funcione de manera exitosa.
Poco a poco la historia va armándose, construyendo su propuesta con una caligrafía de planos imposibles y distorsionados y encuadres que resultan intrusivos y violentos, como demasiado próximos a lo que encuadran; planos y encuadres que como digo encierran un mundo extremo e hiperrealista en el que los personajes emplean todos los minutos de cada día en sobrevivir de una manera justa y escasa. Así, la película deviene en un intrincado laberinto de imágenes difíciles cuando no desagradables o monstruosas en el que el protagonista parece encarcelado.
Y en ese mundo angustioso y oscuro el demonio abre su tienda y vive a sus anchas sabiendo por dónde atrapar las almas de los humanos que lo habitan hasta el punto de que ni siquiera Fausto, el mejor de todos ellos, puede resistirse.
A destacar el trabajo del payaso y mimo ruso Anton Adasinsky cuya interpretación del mefistofélico prestamista es un prodigio de fisicidad al servicio de la transmisión de una personalidad.
No apta para todos los públicos.
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