PRIMAVERA TARDÍA
Si en pocas palabras tuviera que explicar el cine del japonés Yasujiro Ozu me sobrarían unas cuantas porque simplemente diría que es mágico.
Punto.
También es profundo y conmovedor, suave y tranquilo, pero sobre todo es mágico principalmente porque consigue hacer de la cotidianidad más cotidiana un memorable espectáculo trascendente.
Y siempre es así, porque Ozu no tiene una película mala.
En sus historias sus personajes se dicen los buenos días, se preguntan qué tal están, van y vienen, pelan manzanas y esperan, deciden casarse o no, se encuentran o se echan de menos, pero, y por encima de todo lo que sucede es el tiempo y con él el sagrado misterio de la vida misma. Porque precisamente el gran milagro que Ozu consigue es poner en imágenes ese tránsito esencial, esa corriente básica de la que estamos hechos y de la que también formamos parte.
Y como no podía ser de otra forma el inevitable paso del tiempo y las consecuencias que esta inevitabilidad tiene sobre la vida de los personajes que protagonizan sus películas es el tema esencial.
Y este tema tiene su lugar en el núcleo familiar materializándose generalmente en las relaciones entre padres e hijos y las consecuentes imperiosas necesidades que este pasar del tiempo plantea a cada uno de ellos.
La necesidad de una aceptación de la posición que uno ocupa dentro del ciclo natural de la vida también es parte esencial del cine de Ozu. En este sentido, el ser japonés y su sentido estamental de la existencial se traslada a un aspecto mucho más básico y sustancial.
Los personajes de Ozu sienten como una obligación el actuar de una manera u otra según el momento del ciclo de la vida se encuentren. En este sentido, "Primavera tardía" es un magnífico ejemplo de este sentido natural de la existencia matizado por este sentido de la vida concebida como una serie de obligaciones que deben ser satisfechas que es tan propio de la manera de relacionarse con la existencia de la cultura japonesa. Del mismo modo que los personajes tienen una serie de obligaciones para con los otros, todos tienen una obligación superior para con la vida y su interminable ciclo que rige y matiza cualquier otro tipo de obligación. .
Después de todo la historia que Ozu nos cuenta es la de Noriko (la maravillosa Setsuko Hara), una chica joven que vive con su padre viudo (el grandioso Chishu Ryu) a pesar de que ya se encuentra en edad de contraer matrimonio. Para Noriko es el momento de casarse. Todo su alrededor se lo recuerda pero la idea de separarse de su progenitor la llena de tristeza. No obstante será éste quién en una memorable escena recordará a su hija las obligaciones que ella tiene para con la vida y que él mismo tiene para con ella... que implican dejarla marchar aunque se quede solo.
Mágico y profundamente poético es el cine de Ozu capaz de obrar el maravilloso milagro de la verdadera poesía: mostrar en mayor o menor medida aquello que innombrable rige como máquina inmóvil y transparente el destino de todas las cosas sin esperar nadie... como se dice en "No es pais para viejos", una obra sólo en apariencia diametralmente distinta a una obra de Ozu, pretender ser esperado es vanidad.
Nadie que esté en la vida como hay que estar debería resistirse a su irresistible encanto.
Ozu es sinónimo de obra maestra.
Si en pocas palabras tuviera que explicar el cine del japonés Yasujiro Ozu me sobrarían unas cuantas porque simplemente diría que es mágico.
Punto.
También es profundo y conmovedor, suave y tranquilo, pero sobre todo es mágico principalmente porque consigue hacer de la cotidianidad más cotidiana un memorable espectáculo trascendente.
Y siempre es así, porque Ozu no tiene una película mala.
En sus historias sus personajes se dicen los buenos días, se preguntan qué tal están, van y vienen, pelan manzanas y esperan, deciden casarse o no, se encuentran o se echan de menos, pero, y por encima de todo lo que sucede es el tiempo y con él el sagrado misterio de la vida misma. Porque precisamente el gran milagro que Ozu consigue es poner en imágenes ese tránsito esencial, esa corriente básica de la que estamos hechos y de la que también formamos parte.
Y como no podía ser de otra forma el inevitable paso del tiempo y las consecuencias que esta inevitabilidad tiene sobre la vida de los personajes que protagonizan sus películas es el tema esencial.
Y este tema tiene su lugar en el núcleo familiar materializándose generalmente en las relaciones entre padres e hijos y las consecuentes imperiosas necesidades que este pasar del tiempo plantea a cada uno de ellos.
La necesidad de una aceptación de la posición que uno ocupa dentro del ciclo natural de la vida también es parte esencial del cine de Ozu. En este sentido, el ser japonés y su sentido estamental de la existencial se traslada a un aspecto mucho más básico y sustancial.
Los personajes de Ozu sienten como una obligación el actuar de una manera u otra según el momento del ciclo de la vida se encuentren. En este sentido, "Primavera tardía" es un magnífico ejemplo de este sentido natural de la existencia matizado por este sentido de la vida concebida como una serie de obligaciones que deben ser satisfechas que es tan propio de la manera de relacionarse con la existencia de la cultura japonesa. Del mismo modo que los personajes tienen una serie de obligaciones para con los otros, todos tienen una obligación superior para con la vida y su interminable ciclo que rige y matiza cualquier otro tipo de obligación. .
Después de todo la historia que Ozu nos cuenta es la de Noriko (la maravillosa Setsuko Hara), una chica joven que vive con su padre viudo (el grandioso Chishu Ryu) a pesar de que ya se encuentra en edad de contraer matrimonio. Para Noriko es el momento de casarse. Todo su alrededor se lo recuerda pero la idea de separarse de su progenitor la llena de tristeza. No obstante será éste quién en una memorable escena recordará a su hija las obligaciones que ella tiene para con la vida y que él mismo tiene para con ella... que implican dejarla marchar aunque se quede solo.
Mágico y profundamente poético es el cine de Ozu capaz de obrar el maravilloso milagro de la verdadera poesía: mostrar en mayor o menor medida aquello que innombrable rige como máquina inmóvil y transparente el destino de todas las cosas sin esperar nadie... como se dice en "No es pais para viejos", una obra sólo en apariencia diametralmente distinta a una obra de Ozu, pretender ser esperado es vanidad.
Nadie que esté en la vida como hay que estar debería resistirse a su irresistible encanto.
Ozu es sinónimo de obra maestra.
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