Los referentes de "Amor a quemarropa" están claros.
La preciosa Gassenhauer del compositor alemán Karl Orff sirve de punto de anclaje entre "Malas tierras", la maravillosa e inolvidable opera prima de Terrence Malick, y esta "Amor a quemarropa" escrita por Quentin Tarantino y digida por Tony Scott.
Del mismo modo que en la película de Malick, esta composición es la verdadera banda sonora que acompaña a los dos protagonistas en su loca cabalgada carretera adelante, persiguiendo la siempre esquiva línea del horizonte.
Las comparaciones son un poco odiosas... mejor dicho, bastante.
"Malas tierras" es la obra maestra de un autor mayor mientras que "Amor a quemarropa" es una de esas copias auténticas, como la Holly Golightly de "Breakfast at Tyffany's", que el sobrevalorado Tarantino tiene la incuestionable capacidad de producir siempre desde un talentosa capacidad de construir brillantes escenas dialogadas que son siempre el centro de sus películas. Tarantino no es un autor, es un divulgador de un género que admira desde su incuestionable talento para el diálogo.
Y las comparaciones terminan ahí.
Mientras Malick construye un relato entre épico y nihilista de unos adolescentes que juegan a ser adultos mientras va creciendo al paso de su loca escapada el inevitable peso de las consecuencias de sus actos en un mundo de adultos, Tarantino construye una historia de menor calado donde ya se detectan los rasgos que definen la personalidad de sus productos: la construcción de las historias desde la sucesión de escenas basadas en duelos físicos o verbales entre los personajes, la inspiración admirada en géneros como el exploit que conlleva la conjugación nada pudorosa de estilemas y elementos narrativos repetidos hasta la saciedad en las catacumbas de este género, siempre centrados en la violencia, la codicia y el sexo.
Desde su talento para componer brillantes diálogos el único honor de Tarantino radica en haber sacado de sus catacumbas los personajes y claves narrativas de un género ínfimo para ofrecerlo con un cierto talento a la luz del día del gran público. Y ésto, hay que reconocerlo, lo hace muy bien siempre amparado en la ignorancia del gran público sobre sus fuentes de inspiración, que en bastantes casos son mucho más que eso... y hasta aquí sigo leyendo.
"Amor a quemarropa" se rueda entre "Reservoir dogs" y "Pulp fiction" y es el único guión de largometraje que Tarantino no ha rodado él mismo.
Como comento, y por encima de todo, destaca en ella el talento de Tarantino para los diálogos como en la maravillosa secuencia que protagonizan Dennis Hopper y Christopher Walken (los sicilianos son negros...), que por si sola justifica toda la película, pero todo dentro de una historia que transcurre entre lo previsible y lo confuso y en la que brilla la presencia maravillosa de Patricia Arquette con la suficiente fuerza como para mantener el interés de esta historia incapaz de volar.
Tampoco resulta beneficioso para "Amor a quemarropa" que la dirija Tony, el hermanísimo de Ridley Scott, quién vuelve a mostrar su legendaria incapacidad para sacar partido a las historias multiplicando por mil el sentido esteticista tan propio en el cine de su hermano, pero que se convierte en el suyo en un acusado exceso que termina deviniendo a defecto.
Aceptable.
La preciosa Gassenhauer del compositor alemán Karl Orff sirve de punto de anclaje entre "Malas tierras", la maravillosa e inolvidable opera prima de Terrence Malick, y esta "Amor a quemarropa" escrita por Quentin Tarantino y digida por Tony Scott.
Del mismo modo que en la película de Malick, esta composición es la verdadera banda sonora que acompaña a los dos protagonistas en su loca cabalgada carretera adelante, persiguiendo la siempre esquiva línea del horizonte.
Las comparaciones son un poco odiosas... mejor dicho, bastante.
"Malas tierras" es la obra maestra de un autor mayor mientras que "Amor a quemarropa" es una de esas copias auténticas, como la Holly Golightly de "Breakfast at Tyffany's", que el sobrevalorado Tarantino tiene la incuestionable capacidad de producir siempre desde un talentosa capacidad de construir brillantes escenas dialogadas que son siempre el centro de sus películas. Tarantino no es un autor, es un divulgador de un género que admira desde su incuestionable talento para el diálogo.
Y las comparaciones terminan ahí.
Mientras Malick construye un relato entre épico y nihilista de unos adolescentes que juegan a ser adultos mientras va creciendo al paso de su loca escapada el inevitable peso de las consecuencias de sus actos en un mundo de adultos, Tarantino construye una historia de menor calado donde ya se detectan los rasgos que definen la personalidad de sus productos: la construcción de las historias desde la sucesión de escenas basadas en duelos físicos o verbales entre los personajes, la inspiración admirada en géneros como el exploit que conlleva la conjugación nada pudorosa de estilemas y elementos narrativos repetidos hasta la saciedad en las catacumbas de este género, siempre centrados en la violencia, la codicia y el sexo.
Desde su talento para componer brillantes diálogos el único honor de Tarantino radica en haber sacado de sus catacumbas los personajes y claves narrativas de un género ínfimo para ofrecerlo con un cierto talento a la luz del día del gran público. Y ésto, hay que reconocerlo, lo hace muy bien siempre amparado en la ignorancia del gran público sobre sus fuentes de inspiración, que en bastantes casos son mucho más que eso... y hasta aquí sigo leyendo.
"Amor a quemarropa" se rueda entre "Reservoir dogs" y "Pulp fiction" y es el único guión de largometraje que Tarantino no ha rodado él mismo.
Como comento, y por encima de todo, destaca en ella el talento de Tarantino para los diálogos como en la maravillosa secuencia que protagonizan Dennis Hopper y Christopher Walken (los sicilianos son negros...), que por si sola justifica toda la película, pero todo dentro de una historia que transcurre entre lo previsible y lo confuso y en la que brilla la presencia maravillosa de Patricia Arquette con la suficiente fuerza como para mantener el interés de esta historia incapaz de volar.
Tampoco resulta beneficioso para "Amor a quemarropa" que la dirija Tony, el hermanísimo de Ridley Scott, quién vuelve a mostrar su legendaria incapacidad para sacar partido a las historias multiplicando por mil el sentido esteticista tan propio en el cine de su hermano, pero que se convierte en el suyo en un acusado exceso que termina deviniendo a defecto.
Aceptable.
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