Sin duda alguna la concepción que el director de cine alemán Wim Wenders tiene del cine como instrumento capaz de captar imágenes auténticas y verdaderas sin duda le viene directamente de Robert Bresson.
En su libro "Notas sobre el cinematógrafo", Bresson se sitúa del lado de los hermanos Lumière dentro de la tensión conceptual que acompaña al cine desde su nacimiento. Tensión que define dos polos: por un lado el del cine como fantasmagoría que protagoniza Meliès y por otro el cine como invento capaz de mostrar imágenes reales, verdaderamente reales, inalcanzables de otra manera para el ojo humano.
Asi, y mientras Meliès en su estudio parisino se dedicaba a recrear mil y un imposibles fascinaciones, los hermanos Lumiére se empeñaron en lanzar por todo el mundo un ejército de operadores cinematográficos con el objetivo de captar imágenes de la propia realidad, imágenes no imposibles como las de Meliès sino sencillamente inalcanzables.
Pero Bresson no tiene suficiente con concebir el cine como una herramienta reveladora de realidades, capacitada como ninguna otra para hacer presente mediante imágenes en movimiento la carne y el hueso que la distancia arrebata.
Sin duda influído por su sensibilidad cristiana, Bresson opta por una dirección contraria.
En busca de lo inalcanzable, Bresson no va hacia la realidad sino hacia el interior del individuo.
El objetivo de Bresson es la presentación de una intimidad y a través de ella ofrecer mediante la capacidad de registro del cinematógrafo, como el gustaba llamar al cine, la posibilidad de vislumbrar ese alma humana que él presumía existiendo, animando esa intimidad.
Y en este sentido todas las películas de Bresson se construyen desde un único personaje al que la cámara sigue de una manera obsesiva y dentro de una historia que a veces parece importar menos que el modo en que el personaje es afectado y se enfrenta a ella.
La aspiración de Bresson es brutal... revelar desde la sinceridad de unas imágenes transparentes y puras una verdad única y transferible. Así, su cura en "El diario de un cura de campaña", su carterista en "Pickpocket" o este encarcelado perteneciente a la resistencia francesa frente a la ocupación alemana durante la segunda guerra mundial que protagoniza la película que nos ocupa aspiran a ser mucho más que meros personajes al servicio de una historia. Aspiran a ser una verdad que se muestre incontrovertible a través de lo elocuente que tiene su propia autenticidad mostrada de manera transparente. Casi nada...
El que les escribe, que no participa en demasía de la sensibilidad de Bresson, no tiene muy claro que ese propósito final sea conseguido, que lo que se muestra no sea más que una fantasmagoría por así decirlo "indoor" pero muy similar a la de Meliès, pero lo que no puede negar (porque ni quiere ni puede ni debe) es que todas las películas de Bresson son sobrecogedores espectáculos basados en la puesta en imágenes de la pura vivencia, del ser humano absorbido en la tarea de ocuparse de su propia existencia.
Y en este sentido el cine de Bresson es único e inigualable.
"Un condenado a muerte se ha escapado" es para mi gusto una de sus mejores películas.
Nos cuenta la aparentemente sencilla historia de un resistente encarcelado por las tropas de ocupación alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Con detenimiento meticuloso Bresson nos narra el esfuerzo de este individuo en llevar a cabo el plan de su fuga y termina mostrándonos un tremendo retrato de la fe, la decisión y la perseverancia necesaria para llevar a cabo ese proyecto, que prácticamente el protagonista lleva a cabo con sus propias manos y con su ingenio.
Y también con la solidaridad de sus compañeros de cárcel, porque para Bresson el sentido de esas existencias ocupadas cuya intimidad esencial pretende mostrarnos en busca del alma (quizá con la secreta intención de que nos convirtamos) está en los demás, ámbito donde esa existencia encuentra el apoyo decisivo para su proyecto ya sea de forma material o emocional.
El resultado además es una película que, pese a su evidente carga metafísica, está a la altura de las mejores dentro del cine de fugas aunque para Bresson la aventura más decisiva sucede de piel para dentro.
Y por supuesto Mozart...
Obra maestra.
En su libro "Notas sobre el cinematógrafo", Bresson se sitúa del lado de los hermanos Lumière dentro de la tensión conceptual que acompaña al cine desde su nacimiento. Tensión que define dos polos: por un lado el del cine como fantasmagoría que protagoniza Meliès y por otro el cine como invento capaz de mostrar imágenes reales, verdaderamente reales, inalcanzables de otra manera para el ojo humano.
Asi, y mientras Meliès en su estudio parisino se dedicaba a recrear mil y un imposibles fascinaciones, los hermanos Lumiére se empeñaron en lanzar por todo el mundo un ejército de operadores cinematográficos con el objetivo de captar imágenes de la propia realidad, imágenes no imposibles como las de Meliès sino sencillamente inalcanzables.
Pero Bresson no tiene suficiente con concebir el cine como una herramienta reveladora de realidades, capacitada como ninguna otra para hacer presente mediante imágenes en movimiento la carne y el hueso que la distancia arrebata.
Sin duda influído por su sensibilidad cristiana, Bresson opta por una dirección contraria.
En busca de lo inalcanzable, Bresson no va hacia la realidad sino hacia el interior del individuo.
El objetivo de Bresson es la presentación de una intimidad y a través de ella ofrecer mediante la capacidad de registro del cinematógrafo, como el gustaba llamar al cine, la posibilidad de vislumbrar ese alma humana que él presumía existiendo, animando esa intimidad.
Y en este sentido todas las películas de Bresson se construyen desde un único personaje al que la cámara sigue de una manera obsesiva y dentro de una historia que a veces parece importar menos que el modo en que el personaje es afectado y se enfrenta a ella.
La aspiración de Bresson es brutal... revelar desde la sinceridad de unas imágenes transparentes y puras una verdad única y transferible. Así, su cura en "El diario de un cura de campaña", su carterista en "Pickpocket" o este encarcelado perteneciente a la resistencia francesa frente a la ocupación alemana durante la segunda guerra mundial que protagoniza la película que nos ocupa aspiran a ser mucho más que meros personajes al servicio de una historia. Aspiran a ser una verdad que se muestre incontrovertible a través de lo elocuente que tiene su propia autenticidad mostrada de manera transparente. Casi nada...
El que les escribe, que no participa en demasía de la sensibilidad de Bresson, no tiene muy claro que ese propósito final sea conseguido, que lo que se muestra no sea más que una fantasmagoría por así decirlo "indoor" pero muy similar a la de Meliès, pero lo que no puede negar (porque ni quiere ni puede ni debe) es que todas las películas de Bresson son sobrecogedores espectáculos basados en la puesta en imágenes de la pura vivencia, del ser humano absorbido en la tarea de ocuparse de su propia existencia.
Y en este sentido el cine de Bresson es único e inigualable.
"Un condenado a muerte se ha escapado" es para mi gusto una de sus mejores películas.
Nos cuenta la aparentemente sencilla historia de un resistente encarcelado por las tropas de ocupación alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Con detenimiento meticuloso Bresson nos narra el esfuerzo de este individuo en llevar a cabo el plan de su fuga y termina mostrándonos un tremendo retrato de la fe, la decisión y la perseverancia necesaria para llevar a cabo ese proyecto, que prácticamente el protagonista lleva a cabo con sus propias manos y con su ingenio.
Y también con la solidaridad de sus compañeros de cárcel, porque para Bresson el sentido de esas existencias ocupadas cuya intimidad esencial pretende mostrarnos en busca del alma (quizá con la secreta intención de que nos convirtamos) está en los demás, ámbito donde esa existencia encuentra el apoyo decisivo para su proyecto ya sea de forma material o emocional.
El resultado además es una película que, pese a su evidente carga metafísica, está a la altura de las mejores dentro del cine de fugas aunque para Bresson la aventura más decisiva sucede de piel para dentro.
Y por supuesto Mozart...
Obra maestra.
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