Llegarán puntuales nuestros Idus de Marzo
y acabaremos en la nada primigenia,
enterrados inevitablemente , todos,
bajo un montón de cosas muertas,
sin poder borrar de los rostros ya abandonados
de intención, de propósito y de fuerza
una indeleble, por última, expresión de sorpresa.
Nosotros, todos,
que nos la prometíamos tan felices
soñando el interminable sueño del progreso,
Accediendo, como impostores.
por la fuerza, a la inventada quimera
del trono del centro del universo
considerado pertenencia propia por naturaleza.
Nosotros, los invencibles hijos de todos los dioses,
finalmente vulnerables, sorprendidos
en las escalinatas del foro de nuestro concierto,
definitivamente asesinados por los monstruos
que el sueño de la razón
engendró en el mismo seno de nuestra inteligencia.
Sin entender,
sin comprender.
agotadas todas las prórrogas,
ignorados todos los presagios
y terminadas todas las cuentas.
Experimento fallido de la que creíamos sabia naturaleza,
imposible equilibrio entre razón y emoción,
Frankenstein desgraciado que morirá sin saber
que todo lo bueno era posible,
que, en realidad, lo que llamaba realidad
era el peor de los monstruos paridos en su cabeza.
Desconcertado polvo con pretensiones de cuerpo.
Pura levedad.
Patética sombra chinesca.
y acabaremos en la nada primigenia,
enterrados inevitablemente , todos,
bajo un montón de cosas muertas,
sin poder borrar de los rostros ya abandonados
de intención, de propósito y de fuerza
una indeleble, por última, expresión de sorpresa.
Nosotros, todos,
que nos la prometíamos tan felices
soñando el interminable sueño del progreso,
Accediendo, como impostores.
por la fuerza, a la inventada quimera
del trono del centro del universo
considerado pertenencia propia por naturaleza.
Nosotros, los invencibles hijos de todos los dioses,
finalmente vulnerables, sorprendidos
en las escalinatas del foro de nuestro concierto,
definitivamente asesinados por los monstruos
que el sueño de la razón
engendró en el mismo seno de nuestra inteligencia.
Sin entender,
sin comprender.
agotadas todas las prórrogas,
ignorados todos los presagios
y terminadas todas las cuentas.
Experimento fallido de la que creíamos sabia naturaleza,
imposible equilibrio entre razón y emoción,
Frankenstein desgraciado que morirá sin saber
que todo lo bueno era posible,
que, en realidad, lo que llamaba realidad
era el peor de los monstruos paridos en su cabeza.
Desconcertado polvo con pretensiones de cuerpo.
Pura levedad.
Patética sombra chinesca.
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