No hay
más cera que la que arde
ni más
luz que la que brilla
pero por
ahora bastan…
Y además
está la eterna danza del mar.
Y
también la eterna sombra alargada
que
proyectan las dudas y las preguntas…
¿Qué
son todos estos años comparados con este instante?
Éste en
el que el corazón late
¿Qué
son todos estos años comparados con el tiempo del mar?
Éste
que los ojos contemplan.
Preguntas
que sobrevuelan
el misterio de una posible respuesta
el misterio de una posible respuesta
que
justifique la inevitable traición del tiempo,
lo olvidado
y lo que está aún por olvidar,
como
efímeras mariposas blancas de blanca espuma centelleante
que se
esconden esquivas entre sus labios.
Es
cierto.
No hay
más cera que la que arde
Ni más
luz que la que brilla
Pero el
verdadero misterio es descubrir
que
Itaca no era una ciudad,
que en
realidad era una playa
a espaldas
de una tierra no tan firme
y a la
espera de un mar
que
nunca termina completamente de llegar.
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