La
ciudad está llena de oficinistas
que
miran a un lado y a otro
cada
vez que pasan una página
o
trazan su firma, más o menos inteligible,
sobre
el diario engaño del blanco papel
que se
extiende ante sus ojos puntual cada mañana.
Y es
perfectamente entendible…
Bajo el
estimable peso de esos cientos de pequeñas palabras
que
constantemente se pronuncian o escriben en su nombre,
pero que
incesantemente se les escapan de entre
las manos
como
arena del desierto o agua de la playa
temen
que ninguna precaución baste
y
terminen con la poca esperanza que les resta
devorada
por uno de esos voraces animales de traje azul
que, si
nada quieren, parecen tan humanos como ellos
pero que,
si algo desean, agazapados les aguardan
tras la
perfecta trama del respeto y los modales,
calculando
incansables las probabilidades
y las
posibilidades de todo,
sin
tener jamás suficiente de nada
perfectamente lavados, planchados, peinados y vestidos.
perfectamente lavados, planchados, peinados y vestidos.
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