MACCHERONI
Si hay algo que creo es bastante propio del cine italiano es el ternurismo.
El ternurismo implica muchas cosas, pero principalmente se trata de una visión cariñosa y compasiva, casi siempre melancólica y algunas veces amarga de personajes y situaciones. Grandes ternuristas son por ejemplo Fellini o De Sica, directores de los que el director de Maccheroni, Ettore Scola, alguna vez se ha confesado continuador.
El ternurismo es una manera de hacer crítica social sin hacerla. Llevado a cabo por los directores que politicamente se posicionan más cerca de la democracia cristiana que del partido comunista, se trata de una denuncia "soft", basada en la lágrima, la emoción y la pena, pero también en la alegría y la risa, expresadas por unos personajes que se sobreponen como pueden a las circunstancias de una existencia complicada y eso si... siempre sin cuestionar esa existencia de una manera global porque un elemento esencial del ternurismo es la aceptación de ese destino, casi siempre cruel, que sus víctimas hacen con una sonrisa entre los labios como la fellininana Gelsomina.
Los designios del señor son inescrutables.
Y en este sentido, el ternurismo se trata de una critica sin crítica social que busca la aceptación resignada de una realidad incuestionable e incuestionada, mostrando el espectáculo edificante de la resignación cristiana ante los avatares que presenta este mundo... Se trata de un mecanismo de escape, una suerte de vida de santos gentiles que busca conmover y hacer reir con la pequeña comedia humana que componen individuos sometidos a la tiranía de un destino que escapa a su control, pero que asumen sin dar una voz más alta que otra.
Ettore Scola, que dirige Maccheroni en 1985, se sitúa dentro de esta corriente cristiana y humanista, siendo un heredero directo de toda esa tradición que componen directores como De Sica, Fellini, Comencini o Risi.
Protagonizada por dos grandes actores como Marcello Mastroianni y Jack Lemmon, Maccheroni es un buen ejemplo de ese cine ternurista. A través de los dos personajes protagonistas, que ambos incorporan con el talento habitual, Maccheroni contrapone dos estilos de vida presentados con trazo grueso, desde el tópico y la superficialidad: el mediterráneo y hedonista que encarna Antonio (Mastroianni) y el atlántico y apolíneo que encarna Robert (Lemmon). Este último regresa a Napoles para hacer negocios cuarenta años después de su última estancia, durante la segunda guerra mundial para darse de bruces con Antonio y su fascinante mundo construido a partes iguales con realidad y fantasía
Maccheroni es una película desigual, construida sobre una idea bastante vulgar de contraposición de estilos de vida desde el más chirriante tópico, que sin embargo tiene su culmen en un maravilloso y mágico final
Sin ser del todo despreciable, Maccheroni en absoluto se encuentra para mi gusto entre lo mejor de la filmografía de Scola.
La película nos cuenta la seducción que el fascinante Antonio lleva a cabo de el aburrido Jack, presentando una defensa bastante convencional de un estilo de vida a través de un personaje muy especial, muy bien construido (que es lo mejor de la historia); un personaje que Mastroianni borda, como no podía ser de otra forma, y ante cuyo despliegue de guiños y carantoñas un estólido y aburrido Lemmon, que entiende muy bien lo que la historia demanda de él, se limita a reaccionar desde la indiferencia hasta la inevitable fascinación.
El personaje de Antonio pretender ser lo mejor de la Italia del Sur buscando seducir al gris y encorbatado norteño y también al espectador con esa puesta en escena de lo que se pretende sea contagiosa humanidad que caracteriza al ternurismo.
Scola consigue ese objetivo por momentos, con escenas maravillosas como la representación teatral que incluyo abajo en esta entrada o el mágico final entre macarrones con tomate del que he hablado con anterioridad.
Sólo por Lemmon y Mastroianni, por sus interpretaciones, Maccheroni nos parece mejor película de lo que en realidad es, siendo un espectáculo aceptable en cualquier caso.
Y todo dentro de esa fascinante ciudad del exceso, de lo malo y de lo bueno, que se llama Napoles.
Entretenida...
Si hay algo que creo es bastante propio del cine italiano es el ternurismo.
El ternurismo implica muchas cosas, pero principalmente se trata de una visión cariñosa y compasiva, casi siempre melancólica y algunas veces amarga de personajes y situaciones. Grandes ternuristas son por ejemplo Fellini o De Sica, directores de los que el director de Maccheroni, Ettore Scola, alguna vez se ha confesado continuador.
El ternurismo es una manera de hacer crítica social sin hacerla. Llevado a cabo por los directores que politicamente se posicionan más cerca de la democracia cristiana que del partido comunista, se trata de una denuncia "soft", basada en la lágrima, la emoción y la pena, pero también en la alegría y la risa, expresadas por unos personajes que se sobreponen como pueden a las circunstancias de una existencia complicada y eso si... siempre sin cuestionar esa existencia de una manera global porque un elemento esencial del ternurismo es la aceptación de ese destino, casi siempre cruel, que sus víctimas hacen con una sonrisa entre los labios como la fellininana Gelsomina.
Los designios del señor son inescrutables.
Y en este sentido, el ternurismo se trata de una critica sin crítica social que busca la aceptación resignada de una realidad incuestionable e incuestionada, mostrando el espectáculo edificante de la resignación cristiana ante los avatares que presenta este mundo... Se trata de un mecanismo de escape, una suerte de vida de santos gentiles que busca conmover y hacer reir con la pequeña comedia humana que componen individuos sometidos a la tiranía de un destino que escapa a su control, pero que asumen sin dar una voz más alta que otra.
Ettore Scola, que dirige Maccheroni en 1985, se sitúa dentro de esta corriente cristiana y humanista, siendo un heredero directo de toda esa tradición que componen directores como De Sica, Fellini, Comencini o Risi.
Protagonizada por dos grandes actores como Marcello Mastroianni y Jack Lemmon, Maccheroni es un buen ejemplo de ese cine ternurista. A través de los dos personajes protagonistas, que ambos incorporan con el talento habitual, Maccheroni contrapone dos estilos de vida presentados con trazo grueso, desde el tópico y la superficialidad: el mediterráneo y hedonista que encarna Antonio (Mastroianni) y el atlántico y apolíneo que encarna Robert (Lemmon). Este último regresa a Napoles para hacer negocios cuarenta años después de su última estancia, durante la segunda guerra mundial para darse de bruces con Antonio y su fascinante mundo construido a partes iguales con realidad y fantasía
Maccheroni es una película desigual, construida sobre una idea bastante vulgar de contraposición de estilos de vida desde el más chirriante tópico, que sin embargo tiene su culmen en un maravilloso y mágico final
Sin ser del todo despreciable, Maccheroni en absoluto se encuentra para mi gusto entre lo mejor de la filmografía de Scola.
La película nos cuenta la seducción que el fascinante Antonio lleva a cabo de el aburrido Jack, presentando una defensa bastante convencional de un estilo de vida a través de un personaje muy especial, muy bien construido (que es lo mejor de la historia); un personaje que Mastroianni borda, como no podía ser de otra forma, y ante cuyo despliegue de guiños y carantoñas un estólido y aburrido Lemmon, que entiende muy bien lo que la historia demanda de él, se limita a reaccionar desde la indiferencia hasta la inevitable fascinación.
El personaje de Antonio pretender ser lo mejor de la Italia del Sur buscando seducir al gris y encorbatado norteño y también al espectador con esa puesta en escena de lo que se pretende sea contagiosa humanidad que caracteriza al ternurismo.
Scola consigue ese objetivo por momentos, con escenas maravillosas como la representación teatral que incluyo abajo en esta entrada o el mágico final entre macarrones con tomate del que he hablado con anterioridad.
Sólo por Lemmon y Mastroianni, por sus interpretaciones, Maccheroni nos parece mejor película de lo que en realidad es, siendo un espectáculo aceptable en cualquier caso.
Y todo dentro de esa fascinante ciudad del exceso, de lo malo y de lo bueno, que se llama Napoles.
Entretenida...
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