Es
pródigo este silencio oscuro del final de la tarde
en
malos pensamientos y quimeras.
Y no
hay que extrañarse de que las desgracias
nunca
vengan solas ahora,
cuando
la soledad arrecia
y la
oscuridad espesa.
No te
imaginabas así,
desnudo
y a merced del helado tacto
de este
crudo invierno de un solitario desconcierto
que
nadie siente mas que tú.
Quedan
muy lejos
aquellas
otras luminosas tardes,
junto
al mar y a pie de arena,
en que
parecías tomar parte de su brillo al sol
sin que
a éste tampoco pareciera importarle demasiado.
Tardes
plenipotenciarias del sur
en que
todo parecía posible
y en el
pecho se te abría
un
enorme cielo azul inabarcable.
Quedan
muy lejos, aquí,
diez mil años más tarde.
tierra
adentro,
y apenas quedan huesos de todo aquello
para
cocinar un tibio caldo
que de
calor a lo que queda de aquel cuerpo.
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