CARAMEL
En un salón belleza de un barrio popular de la ciudad de Beirut se dan cita los destinos de cinco mujeres en cuyas circunstancias vitales la historia de esta hermosa e inolvidable "Caramel" se centra.
La sensibilidad, elegancia y delicadeza con que Nadine Labaki, su directora e intérprete de uno de esos cinco papeles principales, nos cuenta esta historia coral son el principal atractivo de "Caramel", una historia luminosa y emocionante que decide poner por delante lo bueno frente a los mil y un problemas que esas cinco mujeres han de enfrentar.
Y como comento hay mucha sensibilidad y delicadeza en la mirada que Labaki dedica a esas mujeres, victimas de una sociedad patriarcal y machista, victimas del conflicto entre valores tradicionales y occidentales y, por último, victimas del propio hecho de vivir, de la continuada puesta en riesgo de los sueños e ilusiones en el difícil vivir de cada día, aspecto que nos iguala a todos con independencia de la condición y posición.
Constantemente la narración va de las circunstancias personales de cada personaje a ese lugar común que es el salón de belleza, lugar donde reside el grupo y la comunidad, lugar de consuelo y refuerzo del que las mujeres salen con las fuerzas renovadas o, al menos, confortadas, no sabiéndose incomprendidas y solas frente a sus circunstancias.
Y en este sentido, Caramel no es una película que el que escribe no haya visto antes pero la magia particular e increíble de esta película es el encanto con que Labaki nos cuenta esta conmovedora historia de mujeres al borde siempre de un ataque de desesperanza.
Mención especial la maravillosa y evocadora partitura del compositor libanés Khaled Mouzanar, sin duda una esencial colaboradora en el envolvente efecto mágico de realidad que la película, como si se tratase de un hechizo de magia blanca, trae consigo.
A destacar también, el hecho de que, salvo la propia Labaki, ninguna de las actrices protagonistas sea, en realidad una actriz profesional lo que me recuerda algunas palabras de Pasolini sobre la magia de la interpretación no profesional, el tremendo efecto de realidad que supone la pura y directa reacción de la carne y la sangre, algo que en parte el método del ruso Stanislavski intento sistematizar a principios del siglo pasado.
En general tiene mucho mérito el trabajo de Labaki, un trabajo que le ha llevado a producir una película extraordinaria, una película que una vez más nos muestra que las cosas pequeñas en realidad no lo son tanto, una película de esas que no se olvidan fácilmente y que se convierten en un lugar espiritual al que de cuando en cuando apetece regresar... y eso también es arte.
Me alegro de haber visto "Caramel".
Extraordinaria.
En un salón belleza de un barrio popular de la ciudad de Beirut se dan cita los destinos de cinco mujeres en cuyas circunstancias vitales la historia de esta hermosa e inolvidable "Caramel" se centra.
La sensibilidad, elegancia y delicadeza con que Nadine Labaki, su directora e intérprete de uno de esos cinco papeles principales, nos cuenta esta historia coral son el principal atractivo de "Caramel", una historia luminosa y emocionante que decide poner por delante lo bueno frente a los mil y un problemas que esas cinco mujeres han de enfrentar.
Y como comento hay mucha sensibilidad y delicadeza en la mirada que Labaki dedica a esas mujeres, victimas de una sociedad patriarcal y machista, victimas del conflicto entre valores tradicionales y occidentales y, por último, victimas del propio hecho de vivir, de la continuada puesta en riesgo de los sueños e ilusiones en el difícil vivir de cada día, aspecto que nos iguala a todos con independencia de la condición y posición.
Constantemente la narración va de las circunstancias personales de cada personaje a ese lugar común que es el salón de belleza, lugar donde reside el grupo y la comunidad, lugar de consuelo y refuerzo del que las mujeres salen con las fuerzas renovadas o, al menos, confortadas, no sabiéndose incomprendidas y solas frente a sus circunstancias.
Y en este sentido, Caramel no es una película que el que escribe no haya visto antes pero la magia particular e increíble de esta película es el encanto con que Labaki nos cuenta esta conmovedora historia de mujeres al borde siempre de un ataque de desesperanza.
Mención especial la maravillosa y evocadora partitura del compositor libanés Khaled Mouzanar, sin duda una esencial colaboradora en el envolvente efecto mágico de realidad que la película, como si se tratase de un hechizo de magia blanca, trae consigo.
A destacar también, el hecho de que, salvo la propia Labaki, ninguna de las actrices protagonistas sea, en realidad una actriz profesional lo que me recuerda algunas palabras de Pasolini sobre la magia de la interpretación no profesional, el tremendo efecto de realidad que supone la pura y directa reacción de la carne y la sangre, algo que en parte el método del ruso Stanislavski intento sistematizar a principios del siglo pasado.
En general tiene mucho mérito el trabajo de Labaki, un trabajo que le ha llevado a producir una película extraordinaria, una película que una vez más nos muestra que las cosas pequeñas en realidad no lo son tanto, una película de esas que no se olvidan fácilmente y que se convierten en un lugar espiritual al que de cuando en cuando apetece regresar... y eso también es arte.
Me alegro de haber visto "Caramel".
Extraordinaria.
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