Macbeth es el último intento por parte de Welles de continuar siendo un habitante habitual de Hollywood, pero sobre todo es un magnífico ejemplo de su inmenso talento cinematográfico.
Tras el estrepitoso fracaso de público y crítica que supuso la extraordinaria "La Dama de Shanghai", en el que se atrevió a profanar a la diosa Rita Hayworth tiñéndola de rubio, Welles parecía haber agotado todo su crédito con la industria.
No obstante, su necesidad de abordar nuevos proyectos coincidió con el afán que Herbert Yates, responsable de una productora independiente como Republic, vivía por aquel entonces de hacer productos menos comerciales y de mayor calidad.
Fue asi como Welles encontró financiación para su Macbeth, su primera incursión cinematográfica en el universo shakesperiano del que tanto era deudor, empezando por el grandilocuente y misántropo personaje que el propio Welles fue haciendo de sí mismo con el paso del tiempo.
Por entonces una de las principales críticas que recibía Welles era su incapacidad de acometer los proyectos sin poder respetar las previsiones presupuestarias y de tiempo de rodaje, siempre relacionadas por otra parte. En este sentido, las condiciones de la Republic, una productora independiente, no eran las de las grandes majors. El presupuesto era escaso y el tiempo de rodaje mínimo.
Así, y como si se tratase de una demostración de su capacidad para cumplir con tiempo y precio para sus críticos, Welles rodó la película en veinte días y dentro del presupuesto... y lo hizo haciendo de la necesidad virtud porque, y por encima de todo, su Macbeth es una suerte de brillante caja china donde cine y teatro de entrelazan de manera admirable hasta confundirse.
En este sentido, no es una casualidad que la película comience diciendo en los créditos que se trata de una producción de su Mercury Theather porque exactamente éso es lo que este Macbeth.
Lo primero que encuentra el espectador es un escenario que no disimula su condición.
No hay pretensión de realidad, sino pretensión de escenografía... y dentro de ese escenario donde se está desempeñando la obra la cámara de Welles se mueve con agilidad para presentar en cada momento lo más relevante de lo que sucede sobre ese escenario.
Welles envuelve la magia de Shakespeare en su propia magia de narrador presentando todo un repertorio de recursos puestos a disposición de la narración de la historia: uso dramático de la profundidad de campo (con algún momento maravilloso como el primer plano del Macbeth criminal mientras Banquo sube a buscar al rey asesinado), grúas, travellings, planos-secuencia (algunos de ellos brillantes), picados, contrapicados...
En ciertos momentos uno tiene la sensación de que la cámara es una especie de reportero gráfico levantando acta de un evento que está sucediendo a su alrededor, en ese escenario que quiere ser el castillo de Macbeth... Los personajes van y vienen, la cámara se mueve, los encuentra, los deja atrás... Excepcional!
Macbeth es una de las grandes películas de Welles, que incluso y teniendo en cuenta su participación dentro de la película tampoco desentona demasiado como actor, interpretando uno de los grandes papeles de la historia del teatro.
Por supuesto, fue un rotundo fracaso de público y crítica... Welles ya estaba marcado y, como un buen entendedor que no necesita una palabra más, el genio de Wisconsin marchó hacia la vieja Europa convirtiéndose en ese exiliado artístico de la industria que siempre tuvo a gala ser.
A partir de este Macbeth, Welles pasaría a ser un ciudadano del mundo cuyo hogar estaba allí donde algún incauto productor, dispuesto a arruinarse a cambio de que su nombre apareciera en los créditos junto al genio de Wisconsin, se interesase por alguno de sus proyectos. Una especie de genial vividor dispuesto siempre a usar su propio personaje y su prestigio para sacar el dinero de cualquier bolsillo para emplearlo en proyectos de dudosa rentabilidad económica que no obstante permanecerán como monumentos cinematográficos en honor de su inmarcesible talento... Pero, si algo hizo Welles a lo largo de su vida, fue no engañar en lo esencial, en su propuesta casi suicida de ignorar lo económico en un mundo donde el dinero abandonaba lo económico para convertirse en ese equivalente general de valor general que ahora es.
Excepcional.
Tras el estrepitoso fracaso de público y crítica que supuso la extraordinaria "La Dama de Shanghai", en el que se atrevió a profanar a la diosa Rita Hayworth tiñéndola de rubio, Welles parecía haber agotado todo su crédito con la industria.
No obstante, su necesidad de abordar nuevos proyectos coincidió con el afán que Herbert Yates, responsable de una productora independiente como Republic, vivía por aquel entonces de hacer productos menos comerciales y de mayor calidad.
Fue asi como Welles encontró financiación para su Macbeth, su primera incursión cinematográfica en el universo shakesperiano del que tanto era deudor, empezando por el grandilocuente y misántropo personaje que el propio Welles fue haciendo de sí mismo con el paso del tiempo.
Por entonces una de las principales críticas que recibía Welles era su incapacidad de acometer los proyectos sin poder respetar las previsiones presupuestarias y de tiempo de rodaje, siempre relacionadas por otra parte. En este sentido, las condiciones de la Republic, una productora independiente, no eran las de las grandes majors. El presupuesto era escaso y el tiempo de rodaje mínimo.
Así, y como si se tratase de una demostración de su capacidad para cumplir con tiempo y precio para sus críticos, Welles rodó la película en veinte días y dentro del presupuesto... y lo hizo haciendo de la necesidad virtud porque, y por encima de todo, su Macbeth es una suerte de brillante caja china donde cine y teatro de entrelazan de manera admirable hasta confundirse.
En este sentido, no es una casualidad que la película comience diciendo en los créditos que se trata de una producción de su Mercury Theather porque exactamente éso es lo que este Macbeth.
Lo primero que encuentra el espectador es un escenario que no disimula su condición.
No hay pretensión de realidad, sino pretensión de escenografía... y dentro de ese escenario donde se está desempeñando la obra la cámara de Welles se mueve con agilidad para presentar en cada momento lo más relevante de lo que sucede sobre ese escenario.
Welles envuelve la magia de Shakespeare en su propia magia de narrador presentando todo un repertorio de recursos puestos a disposición de la narración de la historia: uso dramático de la profundidad de campo (con algún momento maravilloso como el primer plano del Macbeth criminal mientras Banquo sube a buscar al rey asesinado), grúas, travellings, planos-secuencia (algunos de ellos brillantes), picados, contrapicados...
En ciertos momentos uno tiene la sensación de que la cámara es una especie de reportero gráfico levantando acta de un evento que está sucediendo a su alrededor, en ese escenario que quiere ser el castillo de Macbeth... Los personajes van y vienen, la cámara se mueve, los encuentra, los deja atrás... Excepcional!
Macbeth es una de las grandes películas de Welles, que incluso y teniendo en cuenta su participación dentro de la película tampoco desentona demasiado como actor, interpretando uno de los grandes papeles de la historia del teatro.
Por supuesto, fue un rotundo fracaso de público y crítica... Welles ya estaba marcado y, como un buen entendedor que no necesita una palabra más, el genio de Wisconsin marchó hacia la vieja Europa convirtiéndose en ese exiliado artístico de la industria que siempre tuvo a gala ser.
A partir de este Macbeth, Welles pasaría a ser un ciudadano del mundo cuyo hogar estaba allí donde algún incauto productor, dispuesto a arruinarse a cambio de que su nombre apareciera en los créditos junto al genio de Wisconsin, se interesase por alguno de sus proyectos. Una especie de genial vividor dispuesto siempre a usar su propio personaje y su prestigio para sacar el dinero de cualquier bolsillo para emplearlo en proyectos de dudosa rentabilidad económica que no obstante permanecerán como monumentos cinematográficos en honor de su inmarcesible talento... Pero, si algo hizo Welles a lo largo de su vida, fue no engañar en lo esencial, en su propuesta casi suicida de ignorar lo económico en un mundo donde el dinero abandonaba lo económico para convertirse en ese equivalente general de valor general que ahora es.
Excepcional.
Excelente artículo!
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