sábado, agosto 17, 2013

Cosmopolis

Lo primero que hay que decir de esta Cosmopolis de David Cronenberg es que es un buen trabajo en el sentido de fiel adaptación de la novela de Don Delillo.

Quiero decir que si la novela ya era una estúpida y pedante chorrada, Cronenberg consigue reflejar fielmente todo lo que de estúpida y pedante chorrada tiene la historia.

Porque si algo es "Cosmópolis" es una estúpida y pedante chorrada en la que hacía mucho tiempo que no tenía tantas ganas de saltar dentro de la pantalla y liarme a bofetadas con todos y cada uno de las personajes que jalonan esta imposible historia.

"Cosmópolis" cuenta la historia del capricho de un multimillonario. En contra de la opinión de su jefe de seguridad, Eric Packer decide atravesar con su limusina una gran ciudad buscando cortarse el pelo. En el trayecto, se supone, se presenta al espectador un caleidoscópico retrato de una sociedad, una especie de viaje al corazón de la tinieblas que, en lugar de terminar en el atormentado Kurtz, acaba en un apocado oficinista pajillero con tendencias al homicidio.

Ya en su momento, y a propósito del inexplicable éxito de la novela de Don Delillo, concedía que quizá estuviera bien como performance hacer una novela de mierda como testimonio de un tiempo de mierda, pero también consideraba que me parecía mucho viaje para tan pocas alforjas y que la explicación más plausible era la más probable, que sencillamente "Cosmópolis" era un libro de mierda.

Y en esta opinión todavía me mantengo.

Y pienso lo mismo de su adaptación cinematográfica, en la que Cronenberg, a diferencia del maestro Hitchcock, no es capaz de sacar algo bueno de una mala novela.

Su "Cosmópolis" es una película que convierte en obras maestras las peores películas del último Wim Wenders, un irritante viaje en el que, como resabiados adolescentes sabiondos, sus personajes se limitan a pronunciar un agotador y extensísimo repertorio de ideas fuerza, alguna de ellas interesantes (que darían incluso para una buena novela o una buena película), convirtiendo sus casi dos horas de duración en una suerte de hiperactivo y verborreico zapping intelectual en el que uno hecha de menos un paquete de galletitas con la que premiar a los personajes lanzándoles el correspondiente premio al final de sus peroratas.

Y en el fondo "Cosmópolis" no es más que una manifestación más de aquello que pretende criticar, una superficial lectura digerida que esquematiza y caricaturiza de manera infame todo una sensibilidad crítica que viene siendo ignorada por la mayoría desde mediados del siglo pasado haciéndola digerible para el lector moderadamente culto y moderadamente comprometido de nuestras sociedades de consumo.

Porque, seguramente, si Delillo, a quién no le niego la visión que exhibe en el fondo del barril de su novela, hubiera profundizado en alguno de los temas que literalmente menciona en esta pasarela de ideas en papel couché que es su Cosmópolis sin duda no habría tenido ni el éxito ni la atención que efímeramente gozó a principios de este siglo.

Como tan bien refleja una crítica de la película que acabo de leer, con "Cosmópolis" Cronenberg se toma un respiro en la trayectoria de buen cine que hasta el momento venía teniendo

Insoportable y pedante.


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