Recuerda haber escuchado una noche al mar en calma,
recuerda el ir y venir de las pequeñas olas
marcando el ritmo de su respiración
casi a los pies del remansado lecho.
Las siente.
Casi puede escucharlas.
Y con ellas, sólo ahora,
demasiado tarde,
en el atardecer de su desconcierto,
distingue el firme pero inadvertido paso
de un tiempo tan decidido e irrevocable ahora
como, fiel a sí mismo, también en aquel ayer,
emboscado entre los pliegues de la luz y el agua,
sucediendo inflexible,
ajeno a su alucinado mirar,
emborrachado de transparencia,
rebosado de tanta eternidad
junto al mar y bajo el cielo.
recuerda el ir y venir de las pequeñas olas
marcando el ritmo de su respiración
casi a los pies del remansado lecho.
Las siente.
Casi puede escucharlas.
Y con ellas, sólo ahora,
demasiado tarde,
en el atardecer de su desconcierto,
distingue el firme pero inadvertido paso
de un tiempo tan decidido e irrevocable ahora
como, fiel a sí mismo, también en aquel ayer,
emboscado entre los pliegues de la luz y el agua,
sucediendo inflexible,
ajeno a su alucinado mirar,
emborrachado de transparencia,
rebosado de tanta eternidad
junto al mar y bajo el cielo.
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