domingo, septiembre 08, 2013

Está claro que el delirio de nuestra partitocracia no funciona en el extranjero.

Sólo funciona de puertas para dentro.

Una buena prueba es el hecho de que en la delegación de alto nivel que hemos llevado a Buenos Aires para el tema de los Juegos Olímpicos sólo había una sola persona que hablase fluidamente el inglés.

El resultado ha sido una suerte de barato esperpento, imposible de ser imaginado y ennoblecido por el talento de Valle Inclan.

El presidente del COI preguntando "which is the question" y nuestra perlada alcaldesa no entendiendo una pregunta y no sabiendo pronunciar la palabra "perhaps", además de leer su discurso con pasmosas maneras de poco preparada azafata de líneas aéreas lowcost son pruebas que se bastan por si solas para el que quiera ver.

El horror para cualquier sensibilidad inteligente y culta.

Pero, y aun siendo terrible todo esto, no nos hemos quedado ahí.

De manera pasmosa, la actitud de nuestro presidente, Mariano Rajoy, ha sido lo siguiente a ese horror. Confortado con el hecho de que sus predecesores González y Aznar no supieran tampoco inglés y recurriendo de manera delirante al clásico "y tú también-y tú más" para resolver incapacidades y problemas resultaba la terrible constatación de toda una forma de entender la política.

Muy tranquilo, muy amable, muy mesurado, pero también, sin darse cuenta, muy bestia.

Inconcebiblemente satisfecho de, por lo menos, tener su ignorancia al nivel de sus predecesores y añadiendo, además y desde la teoría, que, por supuesto, siempre es bueno saber cuanto más mejor... pero demostrando en la práctica, y en lo que se refiere al inglés, que su relación con el saber no ha avanzado mucho.

Poniendo el énfasis en todo lo que no es esencial y obviando lo importante: un no saber que seguramente no perdonará despiadadamente a los que trabajan para él.

Y en realidad es un histórico fracaso nacional el incontrovertible hecho de que los destinos de esta histórica nación hayan acabado en manos de semejante caterva de duchadas, afeitadas y peinadas bestias. Pero, afortunadamente, existe el resto del mundo para ponernos y ponerles en su lugar.

Sus excesos de ignorancia y atrevimiento sólo funcionan aquí, en España, siempre con la aquiescencia de los medios de comunicación que, con una pasmosa tranquilidad a estudiar, pasan de vendernos euforia a vendernos tristeza en el minuto siguiente.

Y, claro, nadie se explica lo que ha sucedido cuando nos presentamos sintiéndonos propietarios de unos Juegos Olímpicos y, de repente, somos eliminados en cuartos por una candidatura turca que no hemos dejado de menospreciar en ningún instante.

Es lo que tiene el delirio.

Yo, a esto, no lo llamaría democracia exactamente. Si acaso, estaríamos ante su deformada caricatura defendida con sesuda seriedad de cartón piedra por los propios monstruos desangelados que engendra.

Y esto también es marca España.

Y podemos emprenderla con japoneses, turcos y miembros del COI pero lo cierto es que cada vez mas se nos transparenta la sinvergonzonería de nuestra desvergüenza y no por nada en especial, si no porque su delirante tamaño es mayor cada vez.

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