Un escritor narra la historia de otro escritor que, buscando el éxito que cree merece, publica una historia que ha encontrado dentro de una vieja cartera en un mercadillo. Esa historia, a su vez, encierra la trágica historia real de un hombre en el Paris de los años 50 del siglo pasado.
"El ladrón de palabras" es una ambiciosa historia de cajas chinas que no termina de estar a la altura de sus propósitos.
A mi, me aburre por momentos con su sentimentalismo romo, mientras que en otros directamente me irrita con su torpe pretensión de intentar emocionarme ya sea por lo civil o por lo penal recurriendo a lo manido y a lo obvio.
Desperdiciando las estupendas posibilidades que el material dramático ofrece para hacer algo que merezca la pena, la película opta por descansar todo su peso dramático en el absurdo y superficial conflicto moral de boy-scout que vive el personaje del escritor que roba la historia parisina.
Como seducido por la magia del texto, este personaje hace algo así como transcribir sin querer durante toda una noche el manuscrito de la novela que ha encontrado dentro de la cartera y es aquí cuando, siguiendo la tradición del cine comercial americano, la película opta por lo más fácil preparándose el terreno para un plano conflicto moral de arrepentimiento ante la intolerable mentira.
Temas como la necesidad de la mentira como acto de impostura que repare las injusticias del mercado (con él) y del destino (con el hombre de Paris) u otros como la posible existencia de obras maestras que nunca conoceremos, aspecto que tanto fascinaba a Balzac, apenas se exploran cuando si quiera se insinúan... reflexiones que quizá sean demasiado complejas entre puñado de palomitas y puñado de palomitas si se las compara como la secuencia: he hecho algo malo, no puedo soportar el remordimiento y busco algún tipo de expiación.
Abundan las historias sobre este argumento y, en este sentido, "El ladrón de palabras" tiene el dudoso honor de ser otro ladrillo en ese particular muro con su superficial planteamiento dramático sucediendo previsible mientras el escritor que presuntamente escribe la historia que desarrolla este dilema intenta llevarse a la cama a una estudiante.
Olvidable.
Abundan las historias sobre este argumento y, en este sentido, "El ladrón de palabras" tiene el dudoso honor de ser otro ladrillo en ese particular muro con su superficial planteamiento dramático sucediendo previsible mientras el escritor que presuntamente escribe la historia que desarrolla este dilema intenta llevarse a la cama a una estudiante.
Olvidable.
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