jueves, octubre 24, 2013

Treme

No hace mucho tiempo escribía sobre Jung y su propósito fundamental de reconciliar al ser humano con tres aspectos de su naturaleza, uno de ellos era los aspectos narrativos y simbólicos, en definitiva el relato que puede dar cuenta de todo un sentido de la vida configurando un marco estable para la existencia de los miembros de un colectivo.

Tras ver la tercera temporada de Treme si hay algo que me queda claro es la genialidad de la propuesta de David Simon, su creador.

Nueva Orleans no sólo es una ciudad azotada por una desgracia, también es un campo de batalla entre esa narrativa que da sentido y ese monstruo que es el neoliberalismo, el más sofisticado monstruo que ha producido ese sueño de la razón llamado modernidad.

Porque Nueva Orleans es una de las pocas ciudades de los Estados Unidos que tiene esa historia, ese sentido narrativo que se manifiesta en todo un repertorio de tradiciones que la emparentan con realidades más allá del Rio Grande y del Oceáno Atlántico, tradiciones que se basan además en lo popular y lo multicultural.

En este sentido, la serie continúa mostrando al colectivo y a los miembros de ese colectivo luchando por salir adelante, preocupándose los unos por los otros en la medida en que la realidad de una estructura social compleja lo permite. Mostrando siempre la existencia de una comunidad con sentido, orgullo y raíces que se enfrenta a la realidad voraz y mecánica de una cultura de la sociedad de consumo presidida por el egoísmo y la avaricia.

Asi, los personajes de Treme encarnan una suerte de República que transporta genéticamente lo mejor de los valores comunitarios de las Trece Colonias que tanto glosó Alexis de Tocqueville en su incomparable "La Democracia en América" y que fundamento toda esa manera de pensar y sentir a la americana que posteriormente sería continuada por escritores e intelectuales como Whitman y Emerson. Tradición que culmina con esos fascinantes y seductores personajes que pueblan el cine de John Ford, llenos siempre de sinceridad y pureza, pero también portadores de una verdad poderosa que extrae todo su poder arrasador de lo mejor que el ser humano como criatura puede dar.

Tal y como propugnaban los filósofos trascendentalistas entre los que Emerson se encuentra: el alma del individuo es idéntica al alma del mundo y contiene todo lo que el mundo contiene... La definición más perfecta de comunidad.

Y al fin de al cabo lo que nos cuenta Treme es el modo en que esa pureza se ve enfrentada a la más pura de las corrupciones, la del neoliberalismo voraz, y también, y no menos importante, la manera en que esa comunidad se mantiene intocable e intacta pese a todo el sufrimiento y la desgracia que nunca terminan de padecer.

A la luz de esta visión personajes como el jefe Albert Lambreaux o Ladonna o Davis Macalary adquieren una dimensión totalmente épica, trascendental, convirtiéndose en auténticos modelos de conducta y vida.

No es la primera vez que escribo ésto, pero si en su espectacular y genial "The Wire" Simon aprovechaba la ciudad de Baltimore para contarnos en cinco temporadas el oscuro relato del naufragio los restos del naufragio de la república americana a manos de la tiránica e insaciable avaricia del capital, en Treme convierte ese naufragio en una playa donde poco a poco los supervivientes intentan reorganizarse alrededor de esos valores de integridad y de respeto por lo que es intrinsecamente propio... cosas importantes que como todo lo que es realmente importante no se puede comprar y vender en los supermercados a los que quieren enchufarnos.

Ojala lo consigan.

No puedo esperar a la cuarta temporada.


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