En su segunda temporada, "The Newsroom" mantiene intacta su propuesta de presentar la redacción de informativos de una cadena de noticias con un espíritu idealista y naif más propio de una película en blanco y negro de Capra.
Un espíritu nada en consonancia con el aire de estos tiempos tan estúpidamente cínicos -y digo esto porque la gran mayoría de víctimas de esta sociedad parecen haberse abandonado en los brazos de una especie de cinismo realista al que en absoluto le sienta bien el idealismo-, mientras que irónicamente esa minoría de verdugos que crea tanta víctima continúa inmerso en el proyecto insaciable de su propio idealismo: seguir acumulando más y más, incluso en contra de las propias limitaciones físicas del planeta.
En definitiva, hay un idealismo bien visto que es el idealismo del capitalismo salvaje, del triunfo del más fuerte, del despiadado aprovechamiento de todas las oportunidades mientras que el otro idealismo, el que se preocupa por el buen sentido y los límites parece no contar con el beneplácito de esa mayoría de victimas cada vez más sometidas a los rigores de un mundo cada vez más precario y que sin embargo esperan alguna galletita de parte de sus verdugos por reconocer como inmutable realidad propia el orden impuesto por otros en su propio y ciego beneficio.
Por todo ésto.... más bien, por estar en contra de todo ésto, me gusta ver "The Newsroom".
Estoy un poco cansado de tanto matiz para describir concienzudamente la resignación y la tristeza, como si ya no nos quedase otra cosa que las ruinas de nuestra inteligencia para componernos un personaje de victima que nos siente lo mejor posible.
Me apetece ver en televisión personajes imposibles, intactos y perfectos, que luchan contra la diaria tentación desde sus propias convicciones morales usando como armas conceptos tan estrafalarios como la razón, la verdad o la empatía hacía los otros.
En una época en que los psicópatas y los mafiosos se convierten en héroes de ficción, que incluso hace espectáculo de la amoralidad, cada vez más disfruto con la perversión que supone mostrar un personaje que busca saber la verdad y poder decirla.
En este sentido, la serie de Sorkin tiene un punto de performance que, sin salirse de los limites del sistema, no hay mas que ver el modo en que se despacha el tema de Occupy Wall Street, explora al máximo las posibilidades de sentido que existen a la izquierda de esta Torre de Babel.
Empresarios que aceptan perder dinero, periodistas que dimiten por haber transmitido una información falsa, acuerdos colectivos en torno a puntos de vista éticos, sentimiento de grupo y comunidad, subordinación del interés propio a un bien superior, grandes discursos respaldados con grandes hechos.... toda una locura en estos tiempos, insisto, para las victimas de este mundo. Mientras, como ya he dicho, los verdugos siguen a lo suyo, fieles a su peculiar idealismo que se llama capitalismo salvaje.
Hasta ese punto tienen ganada la partida, sí.
Me gusta The Newsroom.
Quizá no sea perfecta, pero a mi y al fantasma de Lou Grant nos gusta.
Un espíritu nada en consonancia con el aire de estos tiempos tan estúpidamente cínicos -y digo esto porque la gran mayoría de víctimas de esta sociedad parecen haberse abandonado en los brazos de una especie de cinismo realista al que en absoluto le sienta bien el idealismo-, mientras que irónicamente esa minoría de verdugos que crea tanta víctima continúa inmerso en el proyecto insaciable de su propio idealismo: seguir acumulando más y más, incluso en contra de las propias limitaciones físicas del planeta.
En definitiva, hay un idealismo bien visto que es el idealismo del capitalismo salvaje, del triunfo del más fuerte, del despiadado aprovechamiento de todas las oportunidades mientras que el otro idealismo, el que se preocupa por el buen sentido y los límites parece no contar con el beneplácito de esa mayoría de victimas cada vez más sometidas a los rigores de un mundo cada vez más precario y que sin embargo esperan alguna galletita de parte de sus verdugos por reconocer como inmutable realidad propia el orden impuesto por otros en su propio y ciego beneficio.
Por todo ésto.... más bien, por estar en contra de todo ésto, me gusta ver "The Newsroom".
Estoy un poco cansado de tanto matiz para describir concienzudamente la resignación y la tristeza, como si ya no nos quedase otra cosa que las ruinas de nuestra inteligencia para componernos un personaje de victima que nos siente lo mejor posible.
Me apetece ver en televisión personajes imposibles, intactos y perfectos, que luchan contra la diaria tentación desde sus propias convicciones morales usando como armas conceptos tan estrafalarios como la razón, la verdad o la empatía hacía los otros.
En una época en que los psicópatas y los mafiosos se convierten en héroes de ficción, que incluso hace espectáculo de la amoralidad, cada vez más disfruto con la perversión que supone mostrar un personaje que busca saber la verdad y poder decirla.
En este sentido, la serie de Sorkin tiene un punto de performance que, sin salirse de los limites del sistema, no hay mas que ver el modo en que se despacha el tema de Occupy Wall Street, explora al máximo las posibilidades de sentido que existen a la izquierda de esta Torre de Babel.
Empresarios que aceptan perder dinero, periodistas que dimiten por haber transmitido una información falsa, acuerdos colectivos en torno a puntos de vista éticos, sentimiento de grupo y comunidad, subordinación del interés propio a un bien superior, grandes discursos respaldados con grandes hechos.... toda una locura en estos tiempos, insisto, para las victimas de este mundo. Mientras, como ya he dicho, los verdugos siguen a lo suyo, fieles a su peculiar idealismo que se llama capitalismo salvaje.
Hasta ese punto tienen ganada la partida, sí.
Me gusta The Newsroom.
Quizá no sea perfecta, pero a mi y al fantasma de Lou Grant nos gusta.
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