Filmada en 1959, "El mundo de Apu" pone fin a la trilogía cinematográfica que, centrada en la infancia, adolescencia y madurez de Apu, el bengalí Satyajit Ray filmara durante la década de los cincuentas del siglo pasado.
Continuando la línea de las dos anteriores entregas, "El mundo de Apu" presenta un estupendo personaje femenino, en este caso la maravillosa Aparna, que servirá de coadyuvante necesario para el proceso de maduración del personaje.
Si la vida es una sucesión de momentos de plenitud separados por lapsos de tiempo de búsqueda, Aparna supondrá la alegría del encuentro de uno de esos momentos y también el dolor de la irreparable pérdida, el hallazgo del sentido y la pérdida del mismo como consecuencia de los caprichos del destino.
La presencia en carne propia del dolor que Apu sólo pudo intuir en su hermana Durna y en su madre en las dos anteriores películas.
Aparna representará el cierre de un giro de ese eterno retorno de lo mismo hasta la muerte, el primero de todos, el que dejará la primera huella dentro de un proceso interminable de búsqueda-encuentro-pérdida que proporcionará a Apu la visión definitiva de su estar en la vida.
La felicidad es frágil, dura poco, forma parte de un eterno ciclo de encuentros y desencuentros, de disfrutes y perdidas en el que el corazón se resquebraja y cicatriza lo suficiente como para volver a ilusionarse en una búsqueda, en un futuro encuentro en algún lugar más adelante del camino.
Tal es el maravilloso contenido sabio que se entrevera en las maravillosas imágenes en blanco y negro que Ray revela como un mago ante los ojos del espectador.
La vida es hermosa y terrible a la vez.
Si tienes alguna duda, el bengalí Satyajit Ray te lo aclarará en este poderoso monumento cinematográfico que consigue la maravilla de mostrar la belleza del ser humano en su siempre difícil impulso por ser y existir.
La ficción puede ser documental... y el cine, arte.
Obra maestra.
Continuando la línea de las dos anteriores entregas, "El mundo de Apu" presenta un estupendo personaje femenino, en este caso la maravillosa Aparna, que servirá de coadyuvante necesario para el proceso de maduración del personaje.
Si la vida es una sucesión de momentos de plenitud separados por lapsos de tiempo de búsqueda, Aparna supondrá la alegría del encuentro de uno de esos momentos y también el dolor de la irreparable pérdida, el hallazgo del sentido y la pérdida del mismo como consecuencia de los caprichos del destino.
La presencia en carne propia del dolor que Apu sólo pudo intuir en su hermana Durna y en su madre en las dos anteriores películas.
Aparna representará el cierre de un giro de ese eterno retorno de lo mismo hasta la muerte, el primero de todos, el que dejará la primera huella dentro de un proceso interminable de búsqueda-encuentro-pérdida que proporcionará a Apu la visión definitiva de su estar en la vida.
La felicidad es frágil, dura poco, forma parte de un eterno ciclo de encuentros y desencuentros, de disfrutes y perdidas en el que el corazón se resquebraja y cicatriza lo suficiente como para volver a ilusionarse en una búsqueda, en un futuro encuentro en algún lugar más adelante del camino.
Tal es el maravilloso contenido sabio que se entrevera en las maravillosas imágenes en blanco y negro que Ray revela como un mago ante los ojos del espectador.
La vida es hermosa y terrible a la vez.
Si tienes alguna duda, el bengalí Satyajit Ray te lo aclarará en este poderoso monumento cinematográfico que consigue la maravilla de mostrar la belleza del ser humano en su siempre difícil impulso por ser y existir.
La ficción puede ser documental... y el cine, arte.
Obra maestra.
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