Definitivamente Martin Scorsese ha encontrado en esas historias monologadas una exitosa marca de fábrica.
En este tipo de historias, la voz en off del protagonista va desgranando el relato de su desgracia, siempre apoyada por unas imágenes que ilustran el relato poniéndose siempre al servicio de lo que se dice.
"El lobo de Wall Street" es una nueva edición de esa modalidad narrativa que el director neoyorquino iniciase con su estupenda obra maestra "Goodfellas", que repitió por segunda vez con la menos estupenda (pero interesante) "Casino" y que continúa por tercera vez con esta historia centrada en las afueras de la burbuja financiera (aunque en su titulo apàrezca Wall Street) y que se basa en el libro de Jordan Belfort, cuyos recuerdos más o menos apócrifos alimentan la historia que se nos cuenta.
Asi pues, y dentro del atractivo mecanismo que supone el talento de Scorsese para contar esas historias monologadas, se nos ofrece una crónica desde el interior de la burbuja financiera de Wall Street a través de la experiencia de Jordan Belfort, una de sus aves de rapiña bien cualificadas.
Y es cierto que parte del atractivo de "Los lobos de Wall Street" tiene que ver con la apertura a los indiscretos y espías ojos del espectador de todo un mundo desconocido, apenas reflejado en las pantallas cinematográficas, pero lo sorprendente es que el relato funciona de manera más eficaz en otros sorprendentes e inesperados niveles.
Porque no resultan menos atractivos los aspectos de comedia desenfrenada y loca que protagonizan Belfort y su circense cuadrilla de amigos/socios, una comicidad agresiva y salvaje que emparenta directamente con aquellas comedias de los 80's como "Animal House" o "Porkys".
En este sentido, las andanzas de Belfort y sus colegas se mueven con acierto entre lo desenfrenado y lo patético pasando por la comedia bufa, de trazo grueso en el que las camisas por fuera del pantalon, las frentes sudorosas y las corbatas anudadas alrededor de la cabeza cobran sorprendente protagonismo entre montañas de drogas recreativas y lo hace hasta llegar al extremo de que la narración emparente directamente con "Miedo y asco en Las Vegas", la mejor traslación del estilo gonzo de vida a las pantallas cinematográficas.
Además, la película funciona en otro aspecto: como preciso y ajustado relato de los hechos y hazañas de un pícaro en la villa y corte de nuestros días.
Y este éxito no sería posible sin la carismática y dúctil interpretación de Leonardo di Caprio que compone con acierto el retrato a colores muy vivos de un patético desalmado obsesionado con el éxito y el dinero.
En definitiva, las casi tres horas de duración de la película se terminan quedando cortas para lo tanto que hay que contar, siendo este hecho un perfecto termómetro del valor que tiene la película.
Probablemente, uno de los mejores títulos que el ya veterano Scorsese ha rodado desde "Al limite" o "Kundun".
Por lo tanto la mejor película del nervioso maestro neoyorquino en lo que llevamos del siglo XXI.
En este tipo de historias, la voz en off del protagonista va desgranando el relato de su desgracia, siempre apoyada por unas imágenes que ilustran el relato poniéndose siempre al servicio de lo que se dice.
"El lobo de Wall Street" es una nueva edición de esa modalidad narrativa que el director neoyorquino iniciase con su estupenda obra maestra "Goodfellas", que repitió por segunda vez con la menos estupenda (pero interesante) "Casino" y que continúa por tercera vez con esta historia centrada en las afueras de la burbuja financiera (aunque en su titulo apàrezca Wall Street) y que se basa en el libro de Jordan Belfort, cuyos recuerdos más o menos apócrifos alimentan la historia que se nos cuenta.
Asi pues, y dentro del atractivo mecanismo que supone el talento de Scorsese para contar esas historias monologadas, se nos ofrece una crónica desde el interior de la burbuja financiera de Wall Street a través de la experiencia de Jordan Belfort, una de sus aves de rapiña bien cualificadas.
Y es cierto que parte del atractivo de "Los lobos de Wall Street" tiene que ver con la apertura a los indiscretos y espías ojos del espectador de todo un mundo desconocido, apenas reflejado en las pantallas cinematográficas, pero lo sorprendente es que el relato funciona de manera más eficaz en otros sorprendentes e inesperados niveles.
Porque no resultan menos atractivos los aspectos de comedia desenfrenada y loca que protagonizan Belfort y su circense cuadrilla de amigos/socios, una comicidad agresiva y salvaje que emparenta directamente con aquellas comedias de los 80's como "Animal House" o "Porkys".
En este sentido, las andanzas de Belfort y sus colegas se mueven con acierto entre lo desenfrenado y lo patético pasando por la comedia bufa, de trazo grueso en el que las camisas por fuera del pantalon, las frentes sudorosas y las corbatas anudadas alrededor de la cabeza cobran sorprendente protagonismo entre montañas de drogas recreativas y lo hace hasta llegar al extremo de que la narración emparente directamente con "Miedo y asco en Las Vegas", la mejor traslación del estilo gonzo de vida a las pantallas cinematográficas.
Además, la película funciona en otro aspecto: como preciso y ajustado relato de los hechos y hazañas de un pícaro en la villa y corte de nuestros días.
Y este éxito no sería posible sin la carismática y dúctil interpretación de Leonardo di Caprio que compone con acierto el retrato a colores muy vivos de un patético desalmado obsesionado con el éxito y el dinero.
En definitiva, las casi tres horas de duración de la película se terminan quedando cortas para lo tanto que hay que contar, siendo este hecho un perfecto termómetro del valor que tiene la película.
Probablemente, uno de los mejores títulos que el ya veterano Scorsese ha rodado desde "Al limite" o "Kundun".
Por lo tanto la mejor película del nervioso maestro neoyorquino en lo que llevamos del siglo XXI.
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