En 1970, lo peor de la Guerra de Vietnam estaba en marcha.
Richard Nixon que había accedido a las presidencia de los Estados Unidos el año anterior inició una serie de bombardeos masivos sobre Laos y Camboya con el objetivo de cortar la ruta de Ho Chi Minh que a través de esos dos países abastecía de forma segura a las tropas de Vietnam del Norte en su lucha dentro del territorio de Vietnam del Sur.
Los bombardeos fueron masivos e indiscriminados, convirtiendo Laos en el país más bombardeado de la tierra con un total aproximado de dos millones y medio de bombas lanzadas sobre su territorio.
Cuando estas operaciones fueron conocidas por la opinión pública norteamericana constituyeron la gota de agua que colmó el vaso de la paciencia de los opositores a la participación norteamericana en el conflicto.
Se produjeron manifestaciones por todo el país, llegando a producirse muertes entre los manifestantes en algunos estados del Sur por disparos de la policía.
Es en este contexto de agitación social donde se inscribe "Trampa 22", una completa y total apología de la deserción.
Dirigida por Micke Nichols, uno de los popes del Hollywood contracultural de los setentas, "Trampa 22" se basa en una novela homónima de Joseph Heller.
Publicada en 1961, la novela cuenta las experiencias del propio Heller en la II Guerra Mundial como integrante de una unidad de bombarderos en el frente italiano. Experiencias que Heller recupera y deforma convirtiendolas en un esperpento que busca denunciar el interior de eso que llamamos "guerra". Porque lo mejor que tiene la historia de Heller es que sucede en retaguardia, un lugar donde el mecanismo de la guerra muestra un rostro no menos descarnado.
En un entorno de insensibilización hacia el dolor y la muerte, "Trampa 22" muestra un escenario opresivo en el que el soldado también es victima de sus oficiales y de toda su estructura de de necesidades e intereses. Ambiente contra el que el protagonista, el Capitán Yossarian, choca una y otra vez en su esfuerzo incesante por dejar de luchar.
En definitiva, "Trampa 22" es un intencionadamente exagerado retrato de un lugar hostil del que no queda otro remedio que escapar.
La película no es del todo redonda y, para mi gusto, la "Mash" de Robert Altman procesará mejor en 1973 la manera en que el soldado procesa la proximidad peligrosa de la guerra, optando por una ironía inteligente de la que carece en suficiente medida esta "Trampa 22".
Seguramente porque el propio Nichols nunca ha estado especialmente dotado para la comedia, especialmente para una historia tan excesiva como la que Heller nos cuenta en su "Trampa 22"
En este sentido, y con su mezcla constante de opuestos siempre desde lo grotesco y lo absurdo, "Trampa 22" es un reto demasiado complicado para el "serio" Nichols que desaprovecha en general lo humorístico mientras aprovecha con su habitual talento lo dramático.
El resultado es un poco desequilibrado, un relato frío y distante, algo muy propio del cine de Nichols y que en general ha hecho que sus películas envejezcan un poco mal desprovistas del contexto sociológico propio del momento. Y en esa frialdad lo humorístico es una presencia extraña, no demasiado bien acomodada en el curso del relato, que hace que la película no termine de encajar como un guante en la mirada del espectador.
En cualquier caso, merece la pena verla.
Richard Nixon que había accedido a las presidencia de los Estados Unidos el año anterior inició una serie de bombardeos masivos sobre Laos y Camboya con el objetivo de cortar la ruta de Ho Chi Minh que a través de esos dos países abastecía de forma segura a las tropas de Vietnam del Norte en su lucha dentro del territorio de Vietnam del Sur.
Los bombardeos fueron masivos e indiscriminados, convirtiendo Laos en el país más bombardeado de la tierra con un total aproximado de dos millones y medio de bombas lanzadas sobre su territorio.
Cuando estas operaciones fueron conocidas por la opinión pública norteamericana constituyeron la gota de agua que colmó el vaso de la paciencia de los opositores a la participación norteamericana en el conflicto.
Se produjeron manifestaciones por todo el país, llegando a producirse muertes entre los manifestantes en algunos estados del Sur por disparos de la policía.
Es en este contexto de agitación social donde se inscribe "Trampa 22", una completa y total apología de la deserción.
Dirigida por Micke Nichols, uno de los popes del Hollywood contracultural de los setentas, "Trampa 22" se basa en una novela homónima de Joseph Heller.
Publicada en 1961, la novela cuenta las experiencias del propio Heller en la II Guerra Mundial como integrante de una unidad de bombarderos en el frente italiano. Experiencias que Heller recupera y deforma convirtiendolas en un esperpento que busca denunciar el interior de eso que llamamos "guerra". Porque lo mejor que tiene la historia de Heller es que sucede en retaguardia, un lugar donde el mecanismo de la guerra muestra un rostro no menos descarnado.
En un entorno de insensibilización hacia el dolor y la muerte, "Trampa 22" muestra un escenario opresivo en el que el soldado también es victima de sus oficiales y de toda su estructura de de necesidades e intereses. Ambiente contra el que el protagonista, el Capitán Yossarian, choca una y otra vez en su esfuerzo incesante por dejar de luchar.
En definitiva, "Trampa 22" es un intencionadamente exagerado retrato de un lugar hostil del que no queda otro remedio que escapar.
La película no es del todo redonda y, para mi gusto, la "Mash" de Robert Altman procesará mejor en 1973 la manera en que el soldado procesa la proximidad peligrosa de la guerra, optando por una ironía inteligente de la que carece en suficiente medida esta "Trampa 22".
Seguramente porque el propio Nichols nunca ha estado especialmente dotado para la comedia, especialmente para una historia tan excesiva como la que Heller nos cuenta en su "Trampa 22"
En este sentido, y con su mezcla constante de opuestos siempre desde lo grotesco y lo absurdo, "Trampa 22" es un reto demasiado complicado para el "serio" Nichols que desaprovecha en general lo humorístico mientras aprovecha con su habitual talento lo dramático.
El resultado es un poco desequilibrado, un relato frío y distante, algo muy propio del cine de Nichols y que en general ha hecho que sus películas envejezcan un poco mal desprovistas del contexto sociológico propio del momento. Y en esa frialdad lo humorístico es una presencia extraña, no demasiado bien acomodada en el curso del relato, que hace que la película no termine de encajar como un guante en la mirada del espectador.
En cualquier caso, merece la pena verla.
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