Siempre se dice -y es verdad- que es mucho más difícil llegar que mantenerse.
Y digo ésto porque es dentro de esta lógica donde quiero entender esta "Carmina y amen" que sucede al fulgurante debut de su responsable, Paco León, como director: la sorprendente y magnífica "Carmina o revienta".
En este sentido, tengo que decir que, para mi gusto, Paco León consigue superar la prueba.
"Carmina o revienta" no es más de lo mismo sino bastante más, principalmente un esfuerzo conceptual y narrativamente más estructurado por hacer justicia a todo aquello que León nos quiso mostrar en su primera película.
Y éso no es poco, porque lo que León quiere contarnos es, a mi entender, mucho.
Inscribiéndose con nombre propio en esa línea del tremendismo castizo del cine español donde se inscribe buena parte de lo mejor de su cine con nombres que van desde Berlanga hasta Saura, pasando por los guiones de Rafael Azcona o el cine de Fernando Fernan Gómez, Paco León utiliza a su madre Carmina Barrios para presentarnos un retrato descarnado y tragicómico de una España, no la que aparece en la tele sino la España que la ve.
Con Paco León ya no se puede decir tan tranquilamente que el cine español esté desconectado de la realidad del país.
En "Carmina y amen", la conexión se produce de manera total, completa y con todas las consecuencias, porque lo que León nos presenta no es una España aspiracional de clase media urbana, de diseñadores y adosados, de fin de semana en Londres y coctelería varia los sábados, sino una España todavía rural en lo urbano, popular y costumbrista que su madre, Carmina Barrios, resume metafóricamente como una esfinge taurina, madre coraje de toda la españolidad, tal y como la muestra el cartel de la película, como a punto de mugir uno de sus desplantes o expresiones.
En todo español hay algo de esa Carmina, especialmente cuando le dice a su hija que ella nunca miente sino que tiene el poder de que las cosas, según salen de su boca, se conviertan en verdad.
Y sin duda es este el principal talento de Paco León.
Hay mucha dureza y acidez transparentándose en cada minuto de esta "Carmina y amen", pero también mucha verdad expresada con talento a través de la reducción al absurdo, del puro esperpento valleinclanesco que Leon nos presenta durante hora y media en los apuros de esa tremenda mujer para esconder la muerte de su marido el par de días necesarios para cobrar la paga extra de la pensión.
Apuros que León sublima hasta lo inconmensurable en un maravilloso giro narrativo final que multiplica las sensaciones transmitidas al espectador a lo largo de la película, transfigurando el personaje de Carmina, todo lo que ha hecho y dicho en su constante esfuerzo por prevalecer en la suya, hasta los puros límites de la mitología y más allá.
Extraordinaria.
Y digo ésto porque es dentro de esta lógica donde quiero entender esta "Carmina y amen" que sucede al fulgurante debut de su responsable, Paco León, como director: la sorprendente y magnífica "Carmina o revienta".
En este sentido, tengo que decir que, para mi gusto, Paco León consigue superar la prueba.
"Carmina o revienta" no es más de lo mismo sino bastante más, principalmente un esfuerzo conceptual y narrativamente más estructurado por hacer justicia a todo aquello que León nos quiso mostrar en su primera película.
Y éso no es poco, porque lo que León quiere contarnos es, a mi entender, mucho.
Inscribiéndose con nombre propio en esa línea del tremendismo castizo del cine español donde se inscribe buena parte de lo mejor de su cine con nombres que van desde Berlanga hasta Saura, pasando por los guiones de Rafael Azcona o el cine de Fernando Fernan Gómez, Paco León utiliza a su madre Carmina Barrios para presentarnos un retrato descarnado y tragicómico de una España, no la que aparece en la tele sino la España que la ve.
Con Paco León ya no se puede decir tan tranquilamente que el cine español esté desconectado de la realidad del país.
En "Carmina y amen", la conexión se produce de manera total, completa y con todas las consecuencias, porque lo que León nos presenta no es una España aspiracional de clase media urbana, de diseñadores y adosados, de fin de semana en Londres y coctelería varia los sábados, sino una España todavía rural en lo urbano, popular y costumbrista que su madre, Carmina Barrios, resume metafóricamente como una esfinge taurina, madre coraje de toda la españolidad, tal y como la muestra el cartel de la película, como a punto de mugir uno de sus desplantes o expresiones.
En todo español hay algo de esa Carmina, especialmente cuando le dice a su hija que ella nunca miente sino que tiene el poder de que las cosas, según salen de su boca, se conviertan en verdad.
Y sin duda es este el principal talento de Paco León.
Hay mucha dureza y acidez transparentándose en cada minuto de esta "Carmina y amen", pero también mucha verdad expresada con talento a través de la reducción al absurdo, del puro esperpento valleinclanesco que Leon nos presenta durante hora y media en los apuros de esa tremenda mujer para esconder la muerte de su marido el par de días necesarios para cobrar la paga extra de la pensión.
Apuros que León sublima hasta lo inconmensurable en un maravilloso giro narrativo final que multiplica las sensaciones transmitidas al espectador a lo largo de la película, transfigurando el personaje de Carmina, todo lo que ha hecho y dicho en su constante esfuerzo por prevalecer en la suya, hasta los puros límites de la mitología y más allá.
Extraordinaria.
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