miércoles, mayo 28, 2014

Violencia

Hay que encontrar un discurso que desactive el argumento de la violencia.

Mientras que del lado del estado y del gobierno parece no haber límite en la presión que se puede ejercer sobre la ciudadanía, todo parece estar justificado por razones de buen gobierno y fuerza mayor, existe por contra un límite claro en la respuesta que puede dar el ciudadano que se encuentra aplastado y pulverizado por esa razón de estado.

Esa infranqueable línea es la violencia.

Así, y aunque uno esté desesperado y sin nada a lo que agarrarse, para algunos su causa pierde toda legitimidad si acaba siendo expresada a través de la violencia.

Y esto sería acertado, si viviéramos en otro mundo, en otra sociedad, en esa de la que hablamos y en la que creemos que estamos en lugar de esta realidad que desafiante nos mira con la misma pura dureza con la que, desde el lienzo, el verdadero Dorian Gray miraba a su falso correlato semoviente.

Lo que ahora es evidente es que hay un cierto porcentaje de nuestra sociedad cuyo destino debe ser inmolado en favor del bien de la colectividad. Existe una lotería siniestra que se juega todos los días y el desgraciado que es agraciado con el premio poco más o menos que debe aceptar en silencio su destino.

Los desgraciados deben callar y aceptar su destino muriéndose en un rincón sin rechistar.

En este sentido, y de manera buscada, nuestra sociedad procesa con crueldad el destino de estas personas no entendiendo que si vivimos en un mundo que lleva hasta el extremo la vida de algunos de sus coetáneos, éstos no tienen por qué aceptar sin rechistar el desigual trato que se les propone pudiendo alcanzarse en este rechazo en legitima defensa estados extremos y sin retorno caracterizados por la violencia.

Así, y mientras el estado no tiene un límite, sus ciudadanos, convertidos en súbditos de un poder cuyas acciones no están a la altura de sus palabras, lo tienen.

No creo que sea apología de la violencia comprender el por qué de su existencia.

No creo que sea civilizado intentar comprender causas y razones... y mucho de ellos hablar de ellas.

Si la situación que vivimos genera violencia, ésta debe ser comprendida y no rechazada aprovechando de paso ese rechazo para evitar discutir las razones de esa violencia.

No estamos en un mundo feliz.

Todo lo contrario.

Y por mucho que nos empeñemos hipocritamente en negarlo la injusticia mantenida en el tiempo genera de manera inevitable la violencia en una sociedad compuesta por humanos y no por complacientes máquinas.

Tarde o temprano, la presión que se genera termina saliendo por algún lado.

También es violencia intentar tapar esos agujeros.


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