domingo, junio 01, 2014

La batalla de Argel

Alguna vez habrá que reivindicar la memoria de los grandes guionistas italianos y su importancia tanto para el cine social de su país como para, y en general, el cine europeo... es decir, para la construcción de ese concepto de cine europeo como espectáculo culto que se aparta de las claves mainstream del cine comercial.

Nombres como Tonino Guerra, Cesare Zavattini, Suso Cecchi D'amico o Franco Solinas responsable de la escritura del guión de esta "La batalla de Argel" flotan como espectros en el paisaje cinematográfico de la segunda mitad del siglo XX, autores cuyo brillo empalidece ante la presencia junto a ellos en los créditos de directores que también eran escritores y autores... pero esa es otra historia.

Franco Solinas fue el encargado de escribir el guión de "La batalla de Argel", la primera película de ficción del cine argelino que el gobierno del FLN quiso dedicar a glosar la reciente y sangrienta lucha por la independencia de la que el propio FLN había sido el principal agente y catalizador.

Para ello, y ante la falta de know how en el propio país que fuera capaz de insuflar una minima factura de calidad y profesionalidad a un proyecto que se consideraba emblemático, se decidió recurrir a profesionales de la izquierda cinematográfica de la vecina Italia.

Así, Gillo Pontecorvo, procedente del documental social y con una única película de ficción, la interesante "Kapò" sobre los campos de concentración fue el encargado de dirigir este proyecto que se rodó con actores profesionales en los principales papeles pero con actores no profesionales en el resto de papeles y en figuración.

Y le viene muy bien a "La Batalla de Argel" la experiencia en documental de Pontecorvo porque los atractivos de la película no sólo están en lo que cuenta, obra de Franco Solinas, sino también en el cómo lo cuenta, aspecto del que son responsables tanto el director Gillo Pontecorvo como Giuliano Montaldo, el director de la segunda unidad.

Porque uno de los principales atractivos de La Batalla de Argel es total y absoluta sensación de realidad.

En un rabioso blanco y negro, magnificamente fotografiado por Marcello Gatti, las imágenes te saltan a los ojos como gatos rabiosos y uno tiene la sensación de estar viendo algo más que una pura obra de ficción, algo que nos muestra un corazón indeterminado pero fundamentalmente cierto..

Y cuando se trata de actores no profesionales siempre recuerdo la opinión que Pasolini tenía de ellos como fuente de verdad.

En otro orden de cosas, llama la atención el tono equilibrado que tiene la historia puesto que se mueve entre las acciones del FLN en contra de la ley francesa y la respuesta que el gobierno francés da a los revolucionarios, siendo el Teniente Coronel Mathieu, magníficamente interpretado por el desconocido Jean Martin, uno de los principales protagonistas de la película.

Llama la atención que el grueso de la película se desarrolle en una derrota del FLN.

Al final, Mathieu y sus paracaidistas consiguen acabar con la presencia del FLN en la casbah de Argel. Su estrategia de acabar con la violencia del FLN se basa en la metáfora de una tenia, parásito intestinal que hay que descabezar para poder terminar con él. Pero enseguida el espectador comprende que Mathieu equivoca la metáfora. El FLN no es una tenia sino una hidra con cientos de miles de cabezas a la que es imposible descabezar.

No se puede matar ni meter en la cárcel a todo un pueblo... No sé qué piensan Rajoy y Marhuenda al respecto.

Y este es el sentido que tienen las imágenes finales de lucha y victoria en la calles de Argel, cientos de rostros de hombres, mujeres y niños desafiando a la policía y al ejército francés connotando una irresistible fuerza al mismo tiempo que una poderosa determinación: independencia.

Al final, la fisicidad de la voluntad siempre puede con el artificio de la política

También, y por último, "La batalla de Argel" es una magnífica exposición de lo que representa el terrorismo para los que matan y para los que mueren que, como es lógico, nunca creen que exista razón que pese más en la balanza de la justicia que el peso que representan las propias vidas de los suyos.

Y uno de los grandes hallazgos de la película es precisamente la actitud que el personaje del Teniente Coronel Mathieu tiene ante la violencia. No adopta una posición moral objetivizando la posición de los suyos como metropoli atacada en su razón incuestionable por unos malvados bárbaros equivocados, sino que se ve simplemente como parte, como una voluntad de poder implicada en una lucha por la prevalencia contra otra voluntad de poder.

Por mucho que nos empeñemos en negarlo, hay un momento en los asuntos humanos en que todo se reduce a una cuestión de fuerza, la que por ejemplo expresan los rostros decididos de los argelinos en el final de la película.

Para eso existen los extremos en los dos lados de la política.

Obra maestra.


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