jueves, junio 19, 2014

La guerra fria

Producida a finales de la década de los noventas del siglo pasado por la CNN, "La guerra Fría" es una más que interesante serie documental que en 24 capítulos repasa los casi cincuenta años de la historia reciente de nuestra especie que incluye este periodo ya histórico.

Por ser un proyecto inspirado por Ted Turner, el multimillonario y filántropo, cabeza visible de la principal cadena de noticias global, "La Guerra Fría" cuenta con testimonios de los principales protagonistas de los eventos históricos que se narran. Desde Mijail Gorbachov hasta Fidel Castro pasando por presidentes norteamericanos como Bush Sr, Carter o Ford y lo que es más importante. personajes de segundo nivel como Anatoli Dobrinin, eterno embajador de la Unión Soviética en Washington.

Además, la serie cuenta con espectacular trabajo de archivo cinematográfico que permite ver imágenes que, por lo menos, quién les escribe, no había visto antes (lo cual tampoco quiere decir mucho) y cuya presencia incuestionable aporta la serie un evidente valor documental.

Se trata de un buen digest de los aspectos más esenciales del periodo histórico, evidentemente siempre desde un punto de vista occidental... después de todo somos los buenos de nuestra película; aspecto por ejemplo, intenta contrarrestar Oliver Stone con su más que estimable "Historia no contada de los Estados Unidos".

En cualquier caso, los primeros capítulos son ejemplares mostrando el nacimiento de la guerra fría en la distancia que separa dos conferencias que los aliados contra los totalitarismos en la II Guerra Mundial celebraron con el propósito de empezar a organizar el mundo de la postguerra.

Primero, en diciembre de 1943, Churchill, Stalin y Roosevelt llegaron a una serie de acuerdos sobre la repartición de Europa en términos geoestratégicos. En esos acuerdos, la Unión Soviética de Stalin se mostró muy exigente al respecto de mantener bajo su area de influencia una Polonia a través de cuyas llanuras los alemanes ya habían intentado invadir su territorio dos veces.

Un Roosevelt, bastante más alineado con Stalin en lo filosófico y político de lo que nos dice la historia que siempre escriben los vencedores reconoció las demandas del soviético como razonables y justas.

En los casi dos años que separan Teheran de Postdam, celebrada el 2 de agosto de 1945 en el territorio de una Alemania ya derrotada suceden dos acontecimientos esenciales y decisivos.

Por un lado, el avance de la enfermedad mortal que acabaría por matar al presidente Roosevelt y, dentro de ese contexto, la celebración de las terceras elecciones presidenciales que Roosevelt ganó, pero cediendo en la convención demócrata que le nominó la candidatura de Truman como vicepresidente en lugar de su favorito Henry Wallace, una persona de ideología izquierdista y procedente del sindicalismo.

Como bien cuenta Oliver Stone, Wallace era un puro representante de esa izquierda norteamericana que el macartismo pulverizó.

Sus planteamientos ideológicos sintonizaban con los de la izquierda europea e incluso exigía la descolonización como contrapartida a sus socios franceses y británicos tras la victoria en la II Guerra Mundial.

Pues bien, en una extraña convención demócrata, Roosevelt acabó aceptando a Truman en lugar de Wallace suponiendo seguramente que viviría los cuatro años de su legislatura relegando al halcón Truman al lugar honorífico que juega el vicepresidente, pero se equivocó.

Roosevelt muere en Abril de 1945, casi medio año antes de la celebración de la consferencia de Postdam dejando el camino libre a un Truman que enseguida se rodea de demócratas más derechistas cuyo discurso se centraba más en lo que separaba a los Estados Unidos de la Unión Soviética que en lo que les unía.

Si a todo esto se añade la ventaja estratégica que daba poseer la bomba atómica, tenemos a un Truman que se presenta en Postdam dispuesto a imponer sus puntos de vista, unos puntos de vista que iban en contradicción con lo acordado por los Estados Unidos con la Unión Soviética en Teherán.

En un principio, la Unión Soviética aceptó democracias en los países definidos en sus zonas de influencia definidas en Teherán que básicamente incluían a los países que posteriormente estuvieron al otro lado del telón de acero y cuya existencia no obedecían a motivos ideológicos sino geoestratégicos: generar un espacio entre su país y la letal Alemania.

Originalmente, los primeros conflictos de la guerra fría suceden en Grecia y en Polonia.

En Grecia, la guerrilla comunista intentó ocupar el poder, pero Stalin fiel a los acuerdos de Teherán que excluían al país heleno de su zona de influencia abandonó a su suerte a los comunistas griegos.

En Polonía que era lo que más preocupaba Stalin se dio el desacuerdo esencial.

Los Estados Unidos no consintieron ese planteamiento de áreas de influencia y no permitieron que los Soviéticos gestionaran Polonia a su manera chunga. Los Soviéticos aceptaron un gobierno de coalición con lo que quedaba de los demócratas polacos, pero no aceptaron al gobierno polaco en el exilio mucho más conservador.

Los Estados Unidos no abandonaron a los polacos en el exilio para cumplir sus compromisos de la conferencia de Teherán.

A partir de ahí todo se radicalizó y los comunistas no permitieron gobiernos de coalición en los paises del Este ocupados por sus tropas.

Otro tema importante es que se hable del fracaso económico de la Unión Sovietica como uno de los factores decisivos de su derrota. Lo cual es cierto, pero no son menos cierto aspectos que se mantienen en la letra pequeña de la historia y que impidieron que, económicamente hablando, estuvieran en posiciones de igualdad.

Por un lado, la II Guerra Mundial devastó las zonas más ricas de la Unión Soviética y aun así el país se retiró al otro lado de los industriales para generar en un par de años y de la nada un complejo militar e industrial que fue la base del musculo que contuvo y derrotó a los alemanes.

Por otro, el territorio de los Estados Unidos se mantuvo intacto quedando su capacidad productiva multiplicada como consecuencia de la guerra.

Aún así y empezando desde muy atrás, como un país que tuvo primero que reconstruirse para posteriormente crecer (sin la ayuda del norteamericano Plan Marshall por supuesto), la Unión Soviética se mantuvo en una economía de guerra prácticamente toda su historia teniendo que reconstruirse y progresar al mismo tiempo para hacer frente al poderoso e intacto complejo militar-industrial norteamericano.

De esto se habla poco, y cuando se critica la economía de planificación, se olvida el ignorado e exitoso esfuerzo improbo que derroto a los alemanes y que dejó a la Unión Soviética exhausta y con más de 50 millones de muertos. Y aun así la Unión Soviética mantuvo el tipo construyendo su propia posición atómica y colocando al primer hombre en el espacio.

Tampoco hay que olvidar que el modelo de Stalin no era expansionista. Precisamente, su posición de hacer la revolución en un solo país es la que le separa de Trotsky y otros que sí preconizaban la revolución mundial. Y esa imagen de un Stalin peocupado por extender la revolución mundial se confunde con las necesidades geoestratégicas que un país ganador de la guerra contra el totalitarismo esperaba obtener de sus socios. No olvidemos que son las tropas soviéticas las que toman Berlin y ponen su bandera en el Reichstag y que durante mucho tiempo los soviéticos llevaron todo el peso del enfrentamiento con los alemanes librándose en su frente las mayores batallas de la II Guerra Mundial.

La guerra como extensión de la política hace extraños compañeros de cama... democracias con sangrientas dictaduras, pero no es menos cierto que una de las causas de la guerra fría es el cambio de criterio en política exterior de la administración norteamericana que pasa de valorar los aspectos que les unen con el aliado soviético para pasar a dar más peso los aspectos que les separan.






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