sábado, julio 26, 2014

AK

En 1985, mientras el maestro Akira Kurosawa rodaba "Ran", uno de los grandes títulos de su filmografía llena de grandes títulos, el documentalista y activista francés Chris Marker rodó este documental.

A sugerencia de Serge Silberman, uno de los productores de la película, Marker se desplazó a las estribaciones del Monte Fuji donde Kurosawa rodaba una de las secuencias más espectaculares de su película: el traidor asalto que los ejércitos de algunos de los hijos llevan a cabo contra la fortaleza del padre, Lord Hidetora.

Allí, Marker tiene la ocasión de captar el espíritu de un rodaje tan complejo como el de "Ran", la producción más cara y espectacular del cine japonés hasta aquel entonces.

El documental se estructura en torno a una serie de palabras (caballo, lluvia...) que expresan conceptos que, a su vez, buscan ofrecer una visión esencial del propio Kurosawa y tengo que decir que no estoy demasiado conforme con el resultado. Entre otras cosas porque queda fuera ese tremendo pesimismo existencialista tan en línea con el pensamiento naturalista europeo, que era tan propio de Kurosawa y del que la propia "Ran" es un magnífico y gran ejemplo.

No obstante, la visión del documental me resulta gratificante por todo lo que rodea a ese propósito esencial de Marker.

Puedo ver a ese Kurosawa tan detallista, siempre rodando en una sola toma con varias cámaras, planificando hasta el agotamiento con actores y técnicos cada una de esas tomas, moviéndose como un general por entre su tropa, ordenando o pidiendo, pero siempre apareciendo absorto y perdido seguramente en la idea de la toma que ya tenía en su cabeza y que pretendía llevar a la realidad en la mayor medida de lo posible.

El misterio del creador conjugando otro misterio, el de la propia creación.

La concentración máxima para generar un mundo.

Y como siempre ese talento de Marker para ver, encuadrar y generar imágenes que son todo menos nimias variantes clonadas de otras imágenes ya vistas.

Por no hablar de la espectacular banda sonora que ese otro genio llamado Toru Takemitsu compuso para el documental. El propio Takemitsu protagoniza uno de los mejores momentos del documental: paseando oscuro y sombrio, en la niebla, alrededor del fantasmal castillo, buscando inspiración.

Interesante.

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