“Pero lo que enmudeció en las primeras décadas tras 1945, sofocada por el miedo apocalíptico de la bomba, fue la voz de la crítica elemental de la civilización. Los que elogiaban el milagro económico con sus montañas de mantequilla y sus despieces masivos no percibieron ni política ni emocionalmente que el bienestar de las llamadas naciones avanzadas sólo era posible gracias a una ingente aceleración de la obtención de recursos y mediante la expansión de un imperio energético y de materias primas global. Esta libertad frente al temor y la miseria se compró mediante la apropiación de los recursos de los vecinos más débiles y del futuro de nuestros hijos y nietos”.
"Lennie would be the first of many such murderous innocents to appear in Peckinpah's work as a writer and director. In television and movie scripts they appear again and again: child-men, unable to comprehend or fit into the complex and corrupt world that surrounds them, yet they themselves also carry the demon seed of violence, 'I think that's how Sam felt about himself,' says Marie. 'That he didn't fit in, that he wasn't quite right somehow, thet he stood apart. He was always very alone as a person, even around the people". (If they move kill'em. The life and times of Sam Peckinpah, David Weddle.)
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