Es curioso que en una democracia la discrepancia dentro de un partido político sea noticia... y una noticia perversa, buscando connotar debilidad desde la no presencia de una unanimidad monolítica a la que nuestros partidos políticos mainstream nos tienen acostumbrados.
Términos tan totalitarios como líder y unanimidad nos resultan familiares e inocuos porque nuestra política, desde el régimen del 78 y desde antes también, ha venido entendiéndose así.
Nuestros gobernantes sin excepción son líderes preclaros que se presentan a las elecciones con el respaldo unánime de los suyos y que cuando gobiernan lo hacen inflexiblemente, sin reconocer el menor error.
Son caudillos a quienes la razón asiste siempre.
Negociar implica la aceptación de la totalidad de sus argumentos y dialogar es siempre un mero trámite.
¡Dónde va a parar!
Esa seguridad contra todo es mucho mejor que la escenificación consciente de la realidad de una discrepancia que Podemos hace en su congreso.
La línea de Pablo Iglesias buscando construir una organización piramidal para lanzarse al asalto de los muros del poder y la de la Pablo Echenique buscando prolongar el carácter asambleario y colegiado en el modo en que Podemos debe organizarse para conseguir el poder.
Las dos posiciones son razonables.
Más coherente la de Echenique con el carácter de Podemos, pero más realista la de Iglesias que tiene toda la teoría y práctica de la Política de su lado.
Personalmente me inclino por la más contradictoria, por la de Iglesias, pensando en que la forma de organizarse no es relevante si las personas que viven las organizaciones son honestas y de buena voluntad.
Lo contrario es cierto,
Ningún manera de organizarse puede combatir la corrupción porque los corruptos siempre encuentran un lugar, un resquicio para delinquir. Nada puede oponerse a la continua y constante presión a forzar la ley si las personas que están sujetos a su imperio no la respetan.
Ninguna reforma legislativa puede acabar con la corrupción si las personas que habrán de obedecer esa ley no son honestas.
Esperemos que Hobbes no estuviera en lo cierto y una organización piramidal puede limitarse a cumplir sus objetivos, el mandato de la asamblea, como un ejército de ciudadanos mandado por su estratega.
En cualquier caso, lo peor es que si el complejo político-mediatico no puede procesar esa discrepancia de manera natural, mucho menos va a poder procesar lo que va a pasar despues, cuando una de las opciones triunfe sobre la otra en una reunión entre personas normales, no unidas por el interés de medrar como organización dentro de un régimen corrupto y clientelar sino por el afán ciudadano de hacer lo mejor por su país.
Es terrible que haya gente incapaz de creer este argumento.
Nos da idea de la situación tan desesperada que a nivel de conciencia y libertades nos encontramos. En pocas palabras, creyendo volar cuando en realidad caemos.
Si nadie con decencia pueda impedirlo, la sonrisa de Pedro Sanchez espera ansiosa su turno.
Términos tan totalitarios como líder y unanimidad nos resultan familiares e inocuos porque nuestra política, desde el régimen del 78 y desde antes también, ha venido entendiéndose así.
Nuestros gobernantes sin excepción son líderes preclaros que se presentan a las elecciones con el respaldo unánime de los suyos y que cuando gobiernan lo hacen inflexiblemente, sin reconocer el menor error.
Son caudillos a quienes la razón asiste siempre.
Negociar implica la aceptación de la totalidad de sus argumentos y dialogar es siempre un mero trámite.
¡Dónde va a parar!
Esa seguridad contra todo es mucho mejor que la escenificación consciente de la realidad de una discrepancia que Podemos hace en su congreso.
La línea de Pablo Iglesias buscando construir una organización piramidal para lanzarse al asalto de los muros del poder y la de la Pablo Echenique buscando prolongar el carácter asambleario y colegiado en el modo en que Podemos debe organizarse para conseguir el poder.
Las dos posiciones son razonables.
Más coherente la de Echenique con el carácter de Podemos, pero más realista la de Iglesias que tiene toda la teoría y práctica de la Política de su lado.
Personalmente me inclino por la más contradictoria, por la de Iglesias, pensando en que la forma de organizarse no es relevante si las personas que viven las organizaciones son honestas y de buena voluntad.
Lo contrario es cierto,
Ningún manera de organizarse puede combatir la corrupción porque los corruptos siempre encuentran un lugar, un resquicio para delinquir. Nada puede oponerse a la continua y constante presión a forzar la ley si las personas que están sujetos a su imperio no la respetan.
Ninguna reforma legislativa puede acabar con la corrupción si las personas que habrán de obedecer esa ley no son honestas.
Esperemos que Hobbes no estuviera en lo cierto y una organización piramidal puede limitarse a cumplir sus objetivos, el mandato de la asamblea, como un ejército de ciudadanos mandado por su estratega.
En cualquier caso, lo peor es que si el complejo político-mediatico no puede procesar esa discrepancia de manera natural, mucho menos va a poder procesar lo que va a pasar despues, cuando una de las opciones triunfe sobre la otra en una reunión entre personas normales, no unidas por el interés de medrar como organización dentro de un régimen corrupto y clientelar sino por el afán ciudadano de hacer lo mejor por su país.
Es terrible que haya gente incapaz de creer este argumento.
Nos da idea de la situación tan desesperada que a nivel de conciencia y libertades nos encontramos. En pocas palabras, creyendo volar cuando en realidad caemos.
Si nadie con decencia pueda impedirlo, la sonrisa de Pedro Sanchez espera ansiosa su turno.
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