Lo más terrible para el nacionalismo español, en este día que los catalanes han elegido para expresarse como pueden, es su incapacidad para desplegar un discurso positivo sobre la necesidad de formar parte de España.
En este tema, el régimen del 78 hace gala de sus orígenes y se ha comportado como un franquista chusquero amagando siempre con echar mano a la pistola.
La ley ha sido un argumento esgrimido con el mismo estilo con que se esgrimen conceptos como la gracia de dios.
Y en este sentido me produce una melancólica envidia el modo en que los británicos han gestionado el asunto escocés. Apelando a lo emocional en positivo. Hablando de las ventajas de formar parte de un Reino Unido.
Igualito que aquí donde muchos han interpretado el papel de padre severo y con bigotón, apelando a planteamientos que como la ley nunca son un fin en sí mismos porque, cuando interesa, las leyes se cambian.
Pero, y con todo, lo peor no es que el nacionalismo espanol no se reconozca siendo y como consecuencia de ello haya generado una innecesaria distancia que es un grave error a medio-largo plazo porque ha demostrado no tener empatía con un pueblo que considera parte de España.
Lo peor es la total incapacidad de los españoles para hablar en positivo sobre qué es formar parte de España. En lugar de eso nos hemos limitado a jugar un chungo papel de padre severo que obliga a todos a permanecer sentados en la mesa apelando a su autoridad.
El Caudillo se comportaría igual aunque, y para ser justos, estaría dispuesto a llegar mucho más lejos. Pero, y en el fondo, esa incuestionabilidad casi religiosa sigue ahí, tan inexplicable como el amor verdadero o como la fe en dios.
Y es una lástima que las pervivencias franquistas que el régimen del 78 se trajo consigo sean más reales e indiscutibles que todos los aspectos que debieran hacer de nosotros un estado social y democrático de derecho, un estado que debiera haber hecho todo lo posible para que los catalanes pudieran expresarse en lugar de hacer todo lo posible, luciendo ese bigotito relamido del dictador, para que no se expresen.
Una pena.
Y lo peor es que es un grave error porque se ha escenificado una incomprensión, primero, y luego una dominación escondiendo un planteamiento meramente político y una voluntad bajo el alargado brazo de la ley.
Y la ley nunca es un fin en sí misma, es sólo un instrumento.
En este tema, el régimen del 78 hace gala de sus orígenes y se ha comportado como un franquista chusquero amagando siempre con echar mano a la pistola.
La ley ha sido un argumento esgrimido con el mismo estilo con que se esgrimen conceptos como la gracia de dios.
Y en este sentido me produce una melancólica envidia el modo en que los británicos han gestionado el asunto escocés. Apelando a lo emocional en positivo. Hablando de las ventajas de formar parte de un Reino Unido.
Igualito que aquí donde muchos han interpretado el papel de padre severo y con bigotón, apelando a planteamientos que como la ley nunca son un fin en sí mismos porque, cuando interesa, las leyes se cambian.
Pero, y con todo, lo peor no es que el nacionalismo espanol no se reconozca siendo y como consecuencia de ello haya generado una innecesaria distancia que es un grave error a medio-largo plazo porque ha demostrado no tener empatía con un pueblo que considera parte de España.
Lo peor es la total incapacidad de los españoles para hablar en positivo sobre qué es formar parte de España. En lugar de eso nos hemos limitado a jugar un chungo papel de padre severo que obliga a todos a permanecer sentados en la mesa apelando a su autoridad.
El Caudillo se comportaría igual aunque, y para ser justos, estaría dispuesto a llegar mucho más lejos. Pero, y en el fondo, esa incuestionabilidad casi religiosa sigue ahí, tan inexplicable como el amor verdadero o como la fe en dios.
Y es una lástima que las pervivencias franquistas que el régimen del 78 se trajo consigo sean más reales e indiscutibles que todos los aspectos que debieran hacer de nosotros un estado social y democrático de derecho, un estado que debiera haber hecho todo lo posible para que los catalanes pudieran expresarse en lugar de hacer todo lo posible, luciendo ese bigotito relamido del dictador, para que no se expresen.
Una pena.
Y lo peor es que es un grave error porque se ha escenificado una incomprensión, primero, y luego una dominación escondiendo un planteamiento meramente político y una voluntad bajo el alargado brazo de la ley.
Y la ley nunca es un fin en sí misma, es sólo un instrumento.
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