Los fenómenos sociales son complejos.
Nunca hay una causa específica que aplicar para explicar una realidad que además es cambiante, comprometiendo siempre en su evolución las fiabilidad de las explicaciones que han funcionado con anterioridad.
Centrándonos en el tema de la violencia en el fútbol, no hay que dejar de lado las explicaciones que convierten la violencia en síntoma que manifiesta una determinada enfermedad social.
No estoy diciendo nada nuevo.
En Inglaterra, uno de los templos por antonomasia de las aficiones violentas es importante no olvidar que el creciente holiganismo que empieza a manifestarse en la década de los setentas está directamente relacionado con la decadencia del modelo estatalista e intervencionista que caracterizo a la economía británica desde la postguerra.
Los problemas sociales que generó esta decadencia tuvieron su expresión en el futbol, decadencia que implicó el paso de ese modelo intervencionista a un modelo de índole neoliberal conducido por el Thatcherismo. Y es entonces cuando se produce la verdadera expresión del holiganismo, con acuñación del término incluído.
Los quejidos de una fractura social se manifestaron de manera esencial en el futbol que por aquel entonces todavía era el pasatiempo por antonomasia de la clase obrera.
En este sentido, los recientes incidentes de violencia ultra sucedidos en nuestro país deben ser entendidos de esta forma.
La realidad irrumpe arrolladora sobre el discurso virtual que contamina los medios de comunicación inundando su equilibrada racional impostada con la irracionalidad de los gestos extremos.
La sociedad está fracturada y se queja y una de los principales maneras de expresión de ese conflicto es la expresión marginal mediante el delito y la violencia.
Los delincuentes sienten que nada le deben a una sociedad que les niega las oportunidades, incluso la posibilidad de seguir vivos.
Al final las grandes mayorías cuando son olvidadas muestran su verdadero poder: el de imposibilitar la paz social que hace que los que tienen puedan disfrutar sus vidas en paz.,
Al final, una de las grandes realidades de estas sociedades tan desiguales a las que el desfalleciente capitalismo de consumo nos aboca es al final de la paz social, algo a los que los europeos no estamos demasiado acostumbrados.
Y esa realidad de frustración y sentimiento de revancha puede ser procesada de muchas maneras: desde la más constructiva que no es otra que plantear otro modelo de sociedad hasta la más destructiva que es la mera expresión pulsional y difusa de un instinto una mañana de Domingo.
Seríamos unos ilusos si pensásemos que no existe una relación directa entre el aumento de desigualdad y el aumento de la delincuencia y el conflicto.
Nunca hay una causa específica que aplicar para explicar una realidad que además es cambiante, comprometiendo siempre en su evolución las fiabilidad de las explicaciones que han funcionado con anterioridad.
Centrándonos en el tema de la violencia en el fútbol, no hay que dejar de lado las explicaciones que convierten la violencia en síntoma que manifiesta una determinada enfermedad social.
No estoy diciendo nada nuevo.
En Inglaterra, uno de los templos por antonomasia de las aficiones violentas es importante no olvidar que el creciente holiganismo que empieza a manifestarse en la década de los setentas está directamente relacionado con la decadencia del modelo estatalista e intervencionista que caracterizo a la economía británica desde la postguerra.
Los problemas sociales que generó esta decadencia tuvieron su expresión en el futbol, decadencia que implicó el paso de ese modelo intervencionista a un modelo de índole neoliberal conducido por el Thatcherismo. Y es entonces cuando se produce la verdadera expresión del holiganismo, con acuñación del término incluído.
Los quejidos de una fractura social se manifestaron de manera esencial en el futbol que por aquel entonces todavía era el pasatiempo por antonomasia de la clase obrera.
En este sentido, los recientes incidentes de violencia ultra sucedidos en nuestro país deben ser entendidos de esta forma.
La realidad irrumpe arrolladora sobre el discurso virtual que contamina los medios de comunicación inundando su equilibrada racional impostada con la irracionalidad de los gestos extremos.
La sociedad está fracturada y se queja y una de los principales maneras de expresión de ese conflicto es la expresión marginal mediante el delito y la violencia.
Los delincuentes sienten que nada le deben a una sociedad que les niega las oportunidades, incluso la posibilidad de seguir vivos.
Al final las grandes mayorías cuando son olvidadas muestran su verdadero poder: el de imposibilitar la paz social que hace que los que tienen puedan disfrutar sus vidas en paz.,
Al final, una de las grandes realidades de estas sociedades tan desiguales a las que el desfalleciente capitalismo de consumo nos aboca es al final de la paz social, algo a los que los europeos no estamos demasiado acostumbrados.
Y esa realidad de frustración y sentimiento de revancha puede ser procesada de muchas maneras: desde la más constructiva que no es otra que plantear otro modelo de sociedad hasta la más destructiva que es la mera expresión pulsional y difusa de un instinto una mañana de Domingo.
Seríamos unos ilusos si pensásemos que no existe una relación directa entre el aumento de desigualdad y el aumento de la delincuencia y el conflicto.
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