Uno de los grandes triunfos del sistema capitalista de consumo es desmontar todos los mecanismos de solidaridad que podrían generar vínculos entre las personas en función de su similar posición en las relaciones de producción.
Ahora cada individuo está solo, ocupa el vértice inferior de una enorme pirámide invertida a través del cual el sistema se reproduce.
Buena prueba de ellos son estas publicidades de loterías y quinielas en las que las personas ya sólo desean para sí mismas. Llama la atención de que ninguno de esos deseos incluyan a los demás. Parece como si estuviera fuera de lo que es razonable construir con la quiniela de 14 una red de comedores para niños malnutridos en los barrios periféricos de la ciudad. Todo son viajes a Cancún, coches, escapadas.
En este sentido, y ya lo he escrito alguna vez, la derrota de las fuerzas políticas y sociales de lo que podríamos llamar izquierda es total. Incluso, en un alarde de fracaso, se contempla con total tranquilidad la posibilidad de que se pueda ser socialista y rico.
La última película de los hermanos Dardenne, "Dos días, una noche", explora ese espacio de derrota mostrando el modo en que un conjunto de trabajadores se enfrentan a una situación perversa: renunciar al bono anual para que una persona, la Sandra que protagoniza la película, no sea despedida.
A lo largo de hora y media veremos cómo Sandra habla uno a uno con sus compañeros, y cada uno de ellos expone sus razones para apoyarla o no, mostrando un delicado panorama de pauperización en el que la necesidad del dinero se convierte en la regla que define lo que es correcto o no.
Vaya por delante que los abuelos de estos trabajadores no se hubieran detenido un segundo a valorar las opciones. Los mecanismos de solidaridad de clase habrían actuado y este es uno de los aspectos que brilla en esta estupenda película de los hermanos Dardenne: el predominio de los intereses individuales y la ausencia de planteamientos colectivos.
No obstante, y esta es la segunda cosa más relevante de la película, es el progresivo afloramiento entre algunos de vínculos de solidaridad; especialmente, en Sandra quién al final de su búsqueda renunciará a aquello que empezó persiguiendo precisamente por no perjudicar a otro compañero.
Y todo contado con el habitual realismo, apegado al territorio y a la luz natural, que caracteriza al cine de los Dardenne; un cine de ficción pero que no puede evitar su alma de documental.
Brillante.
Ahora cada individuo está solo, ocupa el vértice inferior de una enorme pirámide invertida a través del cual el sistema se reproduce.
Buena prueba de ellos son estas publicidades de loterías y quinielas en las que las personas ya sólo desean para sí mismas. Llama la atención de que ninguno de esos deseos incluyan a los demás. Parece como si estuviera fuera de lo que es razonable construir con la quiniela de 14 una red de comedores para niños malnutridos en los barrios periféricos de la ciudad. Todo son viajes a Cancún, coches, escapadas.
En este sentido, y ya lo he escrito alguna vez, la derrota de las fuerzas políticas y sociales de lo que podríamos llamar izquierda es total. Incluso, en un alarde de fracaso, se contempla con total tranquilidad la posibilidad de que se pueda ser socialista y rico.
La última película de los hermanos Dardenne, "Dos días, una noche", explora ese espacio de derrota mostrando el modo en que un conjunto de trabajadores se enfrentan a una situación perversa: renunciar al bono anual para que una persona, la Sandra que protagoniza la película, no sea despedida.
A lo largo de hora y media veremos cómo Sandra habla uno a uno con sus compañeros, y cada uno de ellos expone sus razones para apoyarla o no, mostrando un delicado panorama de pauperización en el que la necesidad del dinero se convierte en la regla que define lo que es correcto o no.
Vaya por delante que los abuelos de estos trabajadores no se hubieran detenido un segundo a valorar las opciones. Los mecanismos de solidaridad de clase habrían actuado y este es uno de los aspectos que brilla en esta estupenda película de los hermanos Dardenne: el predominio de los intereses individuales y la ausencia de planteamientos colectivos.
No obstante, y esta es la segunda cosa más relevante de la película, es el progresivo afloramiento entre algunos de vínculos de solidaridad; especialmente, en Sandra quién al final de su búsqueda renunciará a aquello que empezó persiguiendo precisamente por no perjudicar a otro compañero.
Y todo contado con el habitual realismo, apegado al territorio y a la luz natural, que caracteriza al cine de los Dardenne; un cine de ficción pero que no puede evitar su alma de documental.
Brillante.
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