jueves, febrero 26, 2015

El Buscavidas

No voy a descubrir "El Buscavidas" ahora.

Dirigida en 1961 por Robert Rossen es uno de los grandes clásicos que nos ha legado la última gran época del cine en blanco y negro, época en la que la escala de grises quedó para diferenciar en el cine norteamericano las películas más serias, grandes dramas con pretensiones de profundidad artística de los productos más industriales, destinados de manera más clara al entretenimiento.

Nos cuenta la historia de "Fast" Eddie Felson, magníficamente encarnado por Paul Newman y su esfuerzo por derrotar a "Minnesota Fats", inolvidable Jackie Gleason, sobre el tapete verde donde se desarrolla el juego del billar americano y demostrar que es el mejor jugador del circuito.

En ese proceso, Felson sufrirá una transformación personal y este para mi es el gran tema de la película.

Porque "El Buscavidas" es por encima de todo una historia iniciática que, a través del viaje personal y emocional de Felson, nos cuenta la necesidad de la forja de un carácter como requisito inevitable para afirmar la presencia de uno en la tierra.

Después de todo, lo que separa a Minnesota Fats de Felson no es el talento para jugar al billar sino precisamente el carácter, la capacidad de mantener la cabeza fria, de procesar las situaciones, de dominar los defectos y maximizar las virtudes.

En este sentido, la primera partida que juegan sienta las bases de este planteamiento porque mientras Felson aplasta a Fats, éste se dedica a esperar su oportunidad manteniendose intacto, empezando por su impecable apariencia física, mientras Felson se desmorona poco a poco dejándolo todo en manos de su incuestionable talento para jugar al billar... algo que desde el primer momento el propio Fats reconoce en un par de silenciosos primeros planos que Gleason borda.

Y el carácter no es otra cosa que el lento poso que sobre cada uno de nosotros deja el duro trabajo de vivir.

Todos los que están en esa sala de billar durante esa primera partida en la que Felson desafía a Fats parecen saberlo, empezando por el siniestro Bert Gordon, espectacular George C. Scott que sabe que Fats terminará ganando a Felson, aunque este sea mejor jugador.

Así, "El Buscavidas" es un texto nihilista en el que la solaridad alegre del talento que Felson exhibe no tiene nada que hacer en su inconsciencia autosuficiente, llena de juventud, ante la experiencia del que está especialmente entrenado para reconocer el eterno retorno de las mismas debilidades que nos hacen humanos y que ha aprendido a manejarse en un entorno de supervivencia más proceloso y complejo en el que ser el mejor depende de otras muchas más variables, variables que pueden ser resumidas en ese concepto llamado "carácter" que a Fats le sobre y que le basta para ganar a Felson.

Es necesario que esa alegría inconsciente de Felson se oscurezca con el dolor y la pérdida, consecuencia inevitable del paso del tiempo y del vivir, para que su talento como jugador adquiera su verdadera dimensión.

Y "El Buscavidas" no hace otra cosa que narrarnos ese duro proceso iniciático, basado en el dolor, que vuelve compacto el estar de Felson, haciéndole verdaderamente invulnerable y por lo tanto acreedor del triunfo, dela victoria en un mundo en el que el hombre es un lobo para el hombre.

De todo modo, la historia presenta de manera metafórica la vida como un diario esfuerzo de lucha por la supervivencia y los elementos que operan en el interior de ese esfuerzo para hacer que merezca la pena, convirtiéndose en un relato iniciático que sustenta la base ideologica del sueño americano y su visión individualista del ser humano.

Los débiles son los que no pueden endurecerse y por tanto los que quedan atrás.

Y lo que es peor, los débiles son los que necesitan a los demás, enmascarando esa debilidad con sentimientos como el amor, Sarah Packard, la mujer que se enamora de Felson, o la amistad, Charlie Burns, el amigo que acompaña a Felson a su lucha con Fats.

Felson es capaz de endurecerse, de sobrevivir a la debilidad que encierran esos sentimientos, y precisamente por eso es capaz de demostrar de facto su potencialidad para ser el mejor, pero el precio que deberá pagar es elevado y es entonces cuando el personaje de Minnesota Fats alcanza su verdadera dimensión en su silencioso mirar a Felson: él ya ha pasado por ahí, su radical perdida valiosa habrá sido otra, pero no puede detenerse y ser débil porque la lucha continúa.

Como diría Shakespeare, todos han ganado ese día para continuar luchando al día siguiente y ese es a mi entender la idea que subyace en ese melancólico final en el que todos parecen volver a sus rutinas, pero también a una especie de solitario aislamiento individual que sobrecoge, cuando Felson abandona el local, maldito para siempre.

Extraordinaria.

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